*55*

1.5K 238 38
                                    

Tenía un hambre espantosa. Nunca había tenido tanta hambre. Lorena me trajo algo de agua y un par de frutas. Solo se fue después de asegurarse de que estaba bien y no paraba de mirar hacia mi espalda con gesto preocupado. E insistió en que llamaría a Chan más tarde y se fue no sin antes abrazar a su hermano, el cual apenas reaccionó.

Como no quería entrar a ningún lugar cerrado por ahora y solo quería tumbarme en el agradable césped recortado del jardín exterior, Changbin se quedó conmigo a solas con el susurro de la noche y el sonido del ajetreo típico del castillo a esas horas. Las alas eran incómodas para acostarse pero finalmente encontré una forma en la que estaba cómodo, de lado con mis nuevas amigas estiradas en el suelo. Changbin no se había apartado en ningún momento de mí y me preguntaba cada dos minutos si estaba bien, si mi magia volvía a dispararse.

Me contó que tuve el sueño agitado tres horas antes de que anocheciera pero que por mucho que intentaba despertarme, no lo consiguió. Durante el sueño había desatado el caos en la habitación, el viento era una brisa juguetona al principio y Changbin no sabía de donde venía hasta que ató cabos. Según fueron pasando las horas la cosa se fue poniendo peor y casi antes de despertar parecía que un huracán se había desatado dentro de la habitación. Y similitud no le faltaba...

Changbin había mandado a evacuar toda el área y solo quedaron los Generales y Lorena en ese lado de la casa. Ni siquiera los guardias se acercaron. Lo que era un alivio. Por lo menos no había montado un espectáculo delante de tantas personas. La única que no estaba era Celeste, me percaté. Posiblemente estaría patrullando hoy. Aunque acababa de anochecer... aún era muy temprano, pero bueno.

Me estiré en el césped y me restregué contra él como un gato con matatabi. Vi a Changbin indeciso y extremadamente callado sentado a mi lado mientras veía las enormes prolongaciones extendidas sobre el suelo.

—Esto ha pasado porque te he mordido, ¿verdad? —Su voz sonaba tan muerta que alcé la vista.

No me había parado a pensar cómo podría afectarle todo este alboroto a Changbin. No sabía si había pasado media o una hora entera desde que había acabado el hechizo y había caído en sus brazos, desde ese momento me había sentido tan vivo que me sentía como un niño después de merendar un sandwitch de nutella en verano y sabía que después de la siesta volvería a jugar con sus amigos en el parque. La energía continuaba generándose de manera constante, podía sentirlo en mi núcleo, y era inmediatamente absorbido por la cantidad de magia necesaria para mantener mis alas físicas. Aún no las había visto, no sabía como eran... Y estaba impaciente por encontrar un espejo del tamaño suficiente como para contemplarlas a gusto. Estaba tan feliz que, si no supiera que mis músculos necesitaban un descanso después de la sobrecarga de poder y del esfuerzo masivo y doloroso de la metamorfosis, tiraría al suelo y besaría al Rey. En cambio solo dije:

—Sí. Esto lo has desencadenado tú. —Dije feliz. Asintió mientras apretaba los dientes y se le marcaban los músculos de la mandíbula.

Me había malinterpretado completamente. Y no pude evitar reirme.

—¿Te has vuelto loco?

—La locura es otra manera de llamar a las personas felices —rebatí con una sonrisa y estiré una mano temblorosa hasta posarla en su rodilla. Ver el estado en el que estaba era agradable.

Al final sí que sería algo masoquista. Aquel pensamiento casi me hizo romper en risa de nuevo.

—Casi te mueres, Félix. —Me reprendió severo y me agarró la mano en su rodilla con fuerza—. Te estabas ahogando. No me oías, no te despertabas. ¿Va a volver a pasar esto si te muerdo de nuevo? ¿En qué te transformarás después de eso?

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora