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Inspiré hondo recitando una cuenta atrás desde cien prometiendome que cuando llegara a cero saldría del coche y me enfrentaría a lo que había venido a hacer allí.

Volví a revisar las armas que llevaba en el interior de las botas. Normalmente iría más armada, pero no quería ofender a nuestros nuevos aliados y ya que me estaba sacrificando por una causa mayor, pues vamos a hacerlo bien.

Ochenta y siete, ochenta y seis, ochenta y cinco...

Sabía que lo de asignarme como enlace con el líder de los brujos había sido una buena idea, Changbin no sería todo lo diplomático que normalmente era. Pero igualmente, estar junto a la misma habitación que ese brujo rubio de ojos cafés que parecían verlo y observarlo todo, me ponía la piel de gallina. Y eso que yo no tenía la aprensión que tenía mi hermano a los brujos.

No estaba segura de si era porque era una vampiresa o si era porque era mujer, pero el hecho de que en las pocas reuniones en las que había estado yo hubiese actuado como si no estuviera, era algo que él no se daba cuenta, pero solo me estaba provocando. Quizá no lo hiciera con segundas intenciones. Quizá sí. Quizá es que no le caigo bien y ya está. Pero su actitud solo retaba a mis instintos a que me mirara, a que me reconociera de alguna forma.

Hyunjin lo sabía, me conocía demasiado bien. Y eso solo lo hacía más difícil.

Setenta, sesenta y nueve, sesenta y ocho...

En el entrenamiento de esa tarde había surgido el comentario sobre cierto brujo de fuego. A mi amigo le encantaba hablar sobre sus ligues y cómo hacía para conquistarlos, sin embargo, esta vez estaba pensativo cuando habló de él. Quizá esta vez fuera en serio.

Me alegro, me alegro mucho.

Después de todo, que yo esté anclada a un amor imposible no era su culpa. Esperaba que todos a mi alrededor fueran felices y de todas formas yo estaba ocupada manteniendo a mi hermano fuera de las lindes de la autodestrucción, controlando las locuras de mi hermana con los brujos y supervisando la salud física y mental de mi sobrina. Mi trabajo tampoco me dejaba mucho tiempo para la autocompasión. A pesar de que yo también perdí a mi mejor amiga cuando murió mi reina y cuñada, no tuve tiempo para llorarla. Changbin estaba destrozado por la pérdida, todos lo estábamos, pero él siempre ha tenido un sentido de la responsabilidad patológico. Cuando murió se echó la culpa y como los responsables estaban fuera de su jurisdicción, centró su odio en los siguientes culpables que él creyó que lo eran.

Mucho más enterrado estaba su amor por Lisa, jamás lo he vuelto a ver en unos días tan llenos de vida. Ella lo alejaba de sus responsabilidades como el heredero y lo hacía pasar ratos de normalidad. Changbin no había vuelto a ser el mismo desde que ella murió.

Cuarenta y seis, cuarenta y cinco, cuarenta y cuatro...

Pero Kayle había perdido a sus dos padres ese día.

Era el calco de su madre y Changbin no... La miraba y se llenaba de rabia. No era dirigido a ella, pero eso la niña no lo sabía. Lorena y yo intentamos que ese vacío no se sintiera tanto, sin embargo, ella necesitaba a su padre. Y lo quería tanto que, a sus cortos quince años parecía tener muchos más. Porque no quería molestar a su padre con sus cosas.

Y yo... A pesar de ser una de las hermanas del Rey, ostentaba un puesto de poder, normalmente de hombres. Así que esos "nobles buitres" estaban esperando ver la más mínima debilidad por mi parte para desbancarme. Si no me gustara mi trabajo, haría mucho que me habría hecho a un lado. Pero me apasionaba.

Así que se jodían.

Veintidós, veintiuno, veinte...

Volví a revisar el maquillaje suave que llevaba esa noche. Lo había aprendido de Lisa...

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora