Margie lo anotó esa noche en el diario. En la página del 17 de mayo de 2157 escribió: “¡Hoy Tommy ha encontrado un libro de verdad!”.
(“¡Cuánto se divertían!”, de Isaac Asimov)Gabriel no dejaba de mirar hacia la puerta del salón. Estaba retorciendo nerviosamente sus manos y mordiendo su labio inferior. Hizo una mueca y miró el celular de nuevo.
Nada. Todavía nada.
Ya estaba empezando a preocuparse. Después del momento incómodo con sus amigos ya no había hablado con Axel. Y no asistió a la clase pasada. Cosa que nunca había sucedido, incluso la profesora comentó –muy sorprendida– que era la primera vez que Axel faltaba.
Y no podía negar que, en un inicio, llegó a pensar que quizá era su culpa. Faltaba por él, porque seguía molesto, para no verlo. Pero después se dio cuenta que eso era absurdo; incluso si Axel seguía molesto, no iba a perder una clase –de su materia favorita, además– sólo por él. No era tan importante.
Y la clase anterior realmente no había sido un problema. Gracias a Axel. Porque incluso si no asistió, le había mandado aquel audio que no sólo lo hizo llorar porque la voz de Axel y el sentimiento en ella permitió que Gabriel lo entendiera y lo animara a seguir con los métodos absurdos para la dislexia, sino que también le dio la posibilidad de participar.
«Aunque sin Axel, que era en gran parte su razón para no rendirse, se sintió vacío decirlo: —El poema dice, obviamente de forma má bella, que no nos rindamos. Que aunque todo parezca estar en nuestra contra, debemos seguir. Y creo que son palabras que todos, en algún momento de nuestras vidas, necesitamos y queremos escuchar.
«Y bueno... —se había atrevido a agregar—, no puedo hablar por todos porque usted siempre nos dice que la Literatura es subjetiva, que es personal, y sé que muchos lo sienten con más fuerza leyéndolo por sí mismos; pero para mí que alguien te lo dedique, que te lea ese “Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento. Porque no estás solo, porque yo te quiero” es el mejor impulso de la vida, un empujón del tamaño del mundo. La mano que necesitabas para levantarte y seguir.
La maestra Lu se le había quedado mirando con atención. Había sorpresa y orgullo en su mirada y una pequeña sonrisa bailando en sus labios, pero también algo más. Algo brillaba en sus ojos. Y Gabriel empezó a ponerse nervioso y repetir todas sus palabras en su cabeza, ¿dijo algo malo o algo muy estúpido?
Se horrorizó cuando se dio cuenta que acababa de implicar que él no leía y no sentía nada leyendo. Cerró los ojos, casi seguro que la profesora le diría algo al respecto; pero ella sólo le dijo que estaba muy bien su interpretación, que se alegraba de verlo tan comprometido con la clase y metido en el texto.
Y a Gabriel le había costado tanto creerlo que la sonrisa había tardado en expandirse por todo su rostro. Fue lenta, pero duradera. Su cara dolía por la sonrisa. Nunca un profesor lo había felicitado y nunca, ni en sus peores y más locos sueños, se habría imaginado que sería precisamente la maestra de Literatura la que lo hiciera sentir valioso.
Siempre lo habían tratado de tonto, de flojo o ambos. Y si bien sabía que era su culpa por nunca aceptar que necesitaba ayuda con su dislexia, lo cierto es que no ayudaba que muchos profesores no tuvieran vocación, que hicieran simplemente un trabajo por el que les pagaban y vieran a los alumnos como parte del proceso para recibir su cheque y nada más. ¿Por qué ningún otro maestro lo había mirado así como ella y le había dado palabras como esas que lo animaran a seguirlo intentando, a no rendirse?»

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Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)
Teen FictionTERMINADA» Axel es un bibliófilo: él ama los libros, la lectura, los mundos a los que unas simples letras te pueden llevar. En pocas palabras, Axel es para todos un Nerd. Gabriel es uno de los chicos más guapos del Instituto. Es atractivo, es popula...