VI. La última noche del mundo

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—¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
—¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
—Sí, en serio.
—No sé. No lo he pensado.
(“La última noche del mundo”, de Ray Bradbury)


Gabriel odiaba todo. Principalmente porque el día siguiente no tenía Literatura y tendría que esperar para poder hablar con Axel y disculparse en persona, ya que no compartían ninguna otra clase y éste no respondió a su mensaje de texto.

Y era todo muy extraño porque antes era feliz pasando el tiempo con sus amigos y con Sonia, aparentando tener una relación perfecta y fingiendo que se divertía faltando a clases. Tenía que fingir ser alguien que no era; él no era un tonto desinteresado en sus estudios, sólo tenía complicaciones para leer y comprender algunas cosas. Pero, aun así, era feliz. Se divertía con ellos y odiaba profundamente –era su infierno personal, si recordamos– tener que asistir de nuevo a Literatura. Y, en cambio, ahora contaba los minutos para que fuera de mañana y pudiera ver a Axel, hoy ya no veía lo atractivo de irse de clases casi a diario con sus amigos y su "novia".

—Anda, vamos —Sonia, muy pegada a él, le habló en voz baja y con tono meloso—. Xavier encontró un salón de juegos muy bueno y divertido. Y además —se acercó todavía más, como si fuera a besarlo, para hablarle al oído— me han estado preguntando si tú y yo estamos bien...ya sabes, como pareja...

Y Gabriel esperó a que su corazón se acelerara con miedo como siempre hacía –miedo a lo que los demás pensarían si supieran su segundo secreto: que prefería a los hombres y no a las mujeres– y que su estómago se revolviera por la ansiedad que esto le provocaba. Pero no sucedió. Simplemente recordó a Axel, su expresión decepcionada ante su silencio y lo cobarde que fue, y no pensó que hubiera nada peor que eso.

Retrocedió un paso y Sonia lo dejó ir. En los ojos de ella había comprensión, pero también aprehensión. Frunció los labios y luego tocó la comisura de ellos con un dedo. —Dame un beso, al menos, Gabe.

Gabriel lo hizo de mala gana, ante la mirada de todos. Un simple y rápido roce de labios. Y aunque muchas veces había fantaseado con otro tipo de beso, uno más profundo y placentero con alguien diferente a ella...era la primera vez que realmente se lo imaginó con alguien específico, que lo deseó con ansias. ¿Cómo sería besar a Axel? ¿Era incorrecto siquiera pensarlo?


* * * * *


El día siguiente no pudo llegar lo suficientemente rápido.

—Buenos días, clase —la profesora, por alguna razón, hoy venía muy animada. Ni siquiera miró mal a Gabriel—. ¿Quién quiere comenzar con el relato de hoy?

Todos, incluido Gabriel, miraron a Axel. Hoy no estaban sentados juntos; estaban demasiado alejados, pero casi uno frente al otro.

Axel levantó la mirada –¿y sus ojos se veían tristes o era la imaginación de Gabriel?– y después la mano con duda. La profesora asintió con una sonrisa y él comenzó con una forzada: —De nuevo es un personaje sin nombre, como en el relato anterior. Un chico que se encuentra con su chica 100% perfecta. O al menos así le parece a él. Aunque dice que no recuerda exactamente cómo era físicamente y probablemente no entraba en ese estándar de "perfección" que él tenía y, sin embargo, era perfecta para él. Lo sintió en cuanto la vio. Su corazón se lo dijo. Pensó en pedirle unos minutos de su tiempo, pero iba a parecer un vendedor; en preguntarle por una tintorería, pero eso sería absurdo y ni siquiera llevaba ropa para que fuera verosímil; y, finalmente, en decirle la verdad “Eres mi chica 100% perfecta y quiero conocerte”. Ante esta última opción, que era la más sincera y directa, se acobarda porque ella podría rechazarlo al decirle que estaba bien pero él no era su chico perfecto y cuánto eso lo dejaría destrozado. Lo que me parece tonto porque nadie se muere de un rechazo, no te destroza a tal grado, y él quedará ahora para siempre con esa duda obsesiva de "Y si le hubiera hablado, ¿qué habría pasado?".

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora