XX. Un escándalo en Bohemia

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Para Sherlock Holmes ella es siempre la mujer. Rara vez he oído que la mencione por otro nombre. A sus ojos, ella eclipsa al resto del sexo débil. No es que haya sentido por Irene Adler una emoción que pueda compararse al amor. Todas las emociones, y esa particularmente, son opuestas a su mente fría, precisa, pero admirablemente equilibrada.
(“Un escándalo en Bohemia”, de Arthur Conan Doyle)



«Ellos no saben disimular», es lo que pensaba Karen algunos días después mientras veía a Axel y a Gabriel en clase. Estaban sentados juntos, como casi siempre –a excepción de aquella ocasión en que Axel le pidió a ella cambiar de lugar–, pero había algo diferente en ellos. Y era demasiado obvio. La forma en que se miraban a los ojos, sin perder detalle del otro, como si no existiera nadie más en el mundo. Cómo Gabriel parpadeaba y aprovechaba el momento en que abría los ojos de nuevo para dejarlos vagar un poco y perderse en los labios de Axel, entonces Axel se mordía el labio inferior y agachaba la mirada. Y nada de eso impedía ver sus pálidas mejillas encendidas y las sonrisas nerviosas que ambos tenían cuando miraban hacia otro lado, lo que no duraba mucho porque pronto, demasiado pronto, volvían a mirarse a los ojos. Y todo empezaba de nuevo.

Karen no podía evitar sonreír al verlos. Casi podía sentir también las mariposas que muy seguramente revoloteaban en el estómago de ellos. Era bonito ver el amor, hay personas que te hacen sentirlo aunque no sea tuyo ni para ti. Hay miradas entre enamorados que te hacen creer que es posible encontrar a la persona correcta, que las almas gemelas existen y algunos afortunados las encuentran.

Pero sobre todo a Karen la hacía sentir bien el pensar que Gabriel iba de camino hacia la luz, que iba a dejar de esconderse. Ella era mayor incluso que él –tenía veinte años ya– y en realidad no es tanto la edad, sino cómo lo has vivido. Hay experiencias que nos marcan más que otras, que nos empujan a madurar; porque, como bien dicen, “se madura con los daños y no con los años”. Y generalmente cuando ves a una persona orgullosa de sus preferencias sexuales, que no lo oculta a pesar de las malas miradas que pueda recibir piensas que siempre ha sido así, que nunca tuvo miedo al rechazo, que nunca tuvo dudas, que nadie que fuera importante para ella la hizo sentir mal en algún momento, que no pensó en alguna ocasión sería más fácil pretender ser "normal" –y nota las comillas, porque no tiene nada de anormal amar a quien tu corazón dicte–, que no lloró alguna noche hasta quedarse dormida... Y no es así, la mayoría de las personas que ves de pie bajo el colorido arco iris es porque la lluvia ya les caló hasta los huesos, pero salió el sol por fin para ellos y pueden hoy orgullosamente quedarse bajo todos esos colores y decirte “Esta soy yo y no me importa lo que pienses”.

Y Karen, igual que cualquier otra persona que haya pasado por eso, lo único que quiere es que todos sean libres. Y ahora, mirando a Gabriel tocar discretamente la pierna de Axel con su meñique, aunque fuera sólo un momento, sentía que había esperanza para él. Que quizá todavía estaba bajo la lluvia, pero cuando saliera el sol y el arco iris apareciera tal vez tendría el valor para quedarse ahí. Y todo gracias a Axel.

Y es que siempre hay una persona correcta que llega a cambiarnos la vida. En muchos sentidos y de muchas maneras. Puede ser a través del amor, la amistad, un profesor, incluso un desconocido con el que no vas a cruzarte más de una vez en la vida... pero que dejará huella. Como le sucedió a Sherlock Holmes con Irene Adler.

* * * * *

Gabriel había tenido miedo –aquel día– de que Axel lo dejara después de que no tuvo el valor de presentarlo con su mamá como algo más que un "amigo". Tenía ya listo un discurso –que lo había mantenido despierto toda la noche– en el cual le explicaría lo importante que era para él aunque no pudiera todavía gritarlo a los cuatro vientos. Y ese "todavía" era la clave; porque, mientras que hace sólo unos meses nunca consideraría ni siquiera la posibilidad, hoy sabía que era sólo cuestión de tiempo para hacerlo. Incluso tenía ya a dos personas en mente para presentarlo como su novio.

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora