XXII. Conitos (2a parte)

14.7K 2K 791
                                    

La sangre llamaba a la sangre, el odio llamaba al odio. Se trataba sólo de unos insignificantes pasteles, pero éstos lo eran todo para los cuervos. Para ellos era cuestión de vida o muerte si los Conitos eran auténticos o no.
(“Conitos”, de Haruki Murakami)


—Eres un tonto —Axel le había dicho a Gabriel, después de que éste se disculpara por haberlo hecho todo mal, por no darle una gran presentación como su "novio". ¿Es que de verdad no se daba cuenta que lo hizo y no con una persona sino con tres?

Lo había presentado con Sonia cuando defendió su relación; después con la mujer que trabajaba en la guardería; y finalmente y la más importante, con la pequeña Mérida. ¿Cómo podía disculparse por no hacerlo significativo?

A Axel no le importaba que no lo gritara al mundo y nunca lo obligaría a hacerlo antes de sentirse listo. Pero ya le había presentado a la persona más importante para él. Cuando pensó en Mérida antes que en nadie más fue por una buena razón, su pequeña hermana fue la primera persona en quien pensó para confesarle algo tan importante. Y lo de menos es que la pequeña ahora no lo entendiera.

—Y te quiero —le confesó, todavía entre besos, con un suspiro. Para después, antes de que la valentía se fuera, agregar—. También me gustaría que conozcas a alguien. Si tú quieres...

Gabriel contestó sin siquiera abrir los ojos todavía. —Sí quiero —su voz en un susurro tímido y sus frentes juntas. No importa quién fuera a quien quería presentarle, él diría que sí. A todo.

La sonrisa de Axel era enorme y aunque Gabriel no alcanzó a verla, sí la escuchó cuando lo tomó de la mano y tiró de él. —¡Vamos entonces!

Gabriel se encontró sonriendo también y riendo mientras avanzaban con prisa por la calle, tomados de la mano, casi tropezando.

Hasta que Axel se dio cuenta de lo que había hecho y lo soltó inmediatamente. Sus ojos azules enormes cuando lo miró. —Lo siento.

El ceño de Axel se frunció. No entendía por qué se estaba disculpando hasta que notó esa sensación fría y extraña en su mano ahora sola y vacía. ¿Y cómo podía sentirse extraño cuando siempre estuvo acostumbrado a esto? A su independencia, su soledad, a no demostrar afecto frente a otros. Él odiaba que Sonia lo abrazara tanto, que se colgara de su cuello, que tomara su mano a cada instante... Y ahora con Axel, casi sin darse cuenta, lo ansiaba y lo necesitaba.

No fue consiente de que lo estaba haciendo hasta que sus manos encajaron juntas de nuevo. Incluso entrelazó sus dedos con los de Axel. —Está bien —estaba más tranquilo incluso de lo que él hubiera creído posible. ¿Qué le estaba pasando? Él miedo no se pierde tan rápido, ¿o sí?

—¡No! —Axel tiró de su mano, tratando de liberarla. Miraba, nervioso, a su alrededor para asegurarse que nadie los veía—. No está bien. No quiero que pienses que te estoy presionando o que pienso que porque me presentaste a tu hermana todo va a cambiar. Entiendo que es un proceso para ti, que es algo nuevo, que necesitas tiempo y...

—Axel —era extraño que el calmado fuera él hoy y Axel quien estaba tan nervioso, pensó Gabriel mientras se acercaba más a él. Sin soltar su mano; incluso las levantó, unidas, para dejar un beso en la de Axel—, de verdad está bien. No me presionas, nunca lo has hecho, ni siquiera cuando he sido demasiado tonto y te he lastimado sin querer. No lo pensaste, lo sentiste y tomaste mi mano. Es de lo más normal, supongo, entre dos personas que se quieren —dijo todo esto mirándolo a los ojos. Su voz nunca tembló y, al contrario de Axel, él no cuidó si alguien los miraba—. Y yo te quiero.

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora