XXXI. Táctica y estrategia

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Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
(“Táctica y estrategia”, de Mario Benedetti)

Esta vez eran dulces. Muchos dulces pequeños y de colores los que estaban utilizando para formar las letras.

Gabriel no iba a decir que había menos dulces ahora que cuando empezaron, porque algunos se los comía.

Y por supuesto no iba a confesar que en realidad le divertía un poco todo esto, que le empezaba a gustar.

Quizá si sus padres le prestaran más atención, de niño él habría hecho algo así y hoy no tendría tantos problemas...

Sarah tomó un montón de dulces de repente y se los echó a la boca. Todavía con la boca un poco llena dijo “Esta vez nos tocó un poema. Hace mucho no leíamos poemas. No estoy segura de que me gusten los poemas”.

Gabriel se concentró demasiado en el nombre de su novio, hecho de dulces, y preguntó distraídamente: —¿Por qué?

¡Ya casi podía escribirlo sin equivocarse!

Axel incluso se sorprendía de que últimamente Gabriel le mandara tantos mensajes de texto y que en cada uno escribiera su nombre.

Las primeras veces lo dejó pasar; después le había preguntado, un poco en broma, que si lo hacía para asegurarse de no equivocarse de persona. Al final le dijo que no era necesario su nombre en cada uno.

Pero Gabriel insistía. Por algo tenía que empezar a notarse su mejoría, ¿y qué era mejor que el nombre de su novio?

—...porque si de por sí es difícil entender la narrativa —estaba diciendo Sarah cuando Gabriel volvió a prestar atención—, ¡imagínate la poesía!

—Esto no es muy complicado —Karen dijo, era la primera vez que hablaba—. La maestra Lu no nos deja textos muy difíciles y siempre son interesantes. Es un poema de Benedetti también y mucho más sencillo que "A la izquierda del roble".

—A mí me gustó esa clase —dijo Gabriel. O quizá le había gustado el momento, en realidad. Fue aquella ocasión en que el grupo de Axel tuvo Literatura dos módulos seguidos porque su otra profesora había faltado. A él le habían dicho que podía irse y no afectaría su calificación, lo que por supuesto lo alegró, pero después Axel gritó que era su favorito y decidió quedarse. Lo que resultó ser la mejor decisión de su vida. Escuchar la poesía en voz de Axel era celestial.

Gabriel suspiró.

Sarah se rio. —Creo que a ti te gustó algo de esa clase, pero no fue el poema, querido.

Gabriel sintió como su rostro se iba calentando. No supo qué decir. ¿Era tan obvio?

Sabía que ninguna de ellas tenía problemas con su relación con Axel –Sarah ya los había visto juntos y Karen era lesbiana–, pero ¿y si los demás también se habían dado cuenta ya? ¡¿Y si la maestra lo sabía?!

—No lo molestes —Karen dijo sin mirarlos. Ella tenía un libro en las manos; no estaba escribiendo con dulces, como Gabriel, o comiéndose dichos dulces, como Sarah.

Sarah la arremedó entre dientes, haciendo muecas: —Ne le melestes.

Gabriel mordió sus labios para no reírse y miró la reacción de Karen. Esta dio un profundo suspiro mientras cerraba los ojos y puso un separador en su libro antes de cerrarlo. —¿Podemos hablar de una vez, Sarah? —preguntó, abriendo los ojos y mirándola fijamente.

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora