XVI. Ciudad de cristal

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Alec tenía los brazos alrededor de Magnus y estaba besándolo, de lleno en la boca. Magnus, que parecía estar en estado de shock, estaba de pie congelado. Varios grupos de personas, Cazadores de sombras y Submundos por igual, estaban mirando y susurrando.
(“Ciudad de cristal”, Cassandra Clare)






¿Todos los primeros amores son trágicos?

Axel no lo sabía. Suspiró mientras acomodaba los materiales que necesitaba para su presentación. Habían llegado ya al término del primer bimestre y él fue el primer voluntario para exponer su Proyecto final. El libro del cual quería hablarles a sus compañeros y a la profesora era “Ciudad de cristal” de Cassandra Clare, específicamente de Magnus Bane y Alec Lightwood. De su relación. De su amor.

«Amor».

Y es que precisamente hablando del amor, él no tenía experiencia alguna. No más allá de todas las historias que había leído. En los libros la verdad es que todo siempre es muy bonito, a veces el camino es difícil pero terminan juntos y al final vale la pena; y aunque uno como lector se emociona con ellos, sufre y se angustia, llora su dolor, ríe sus alegrías y a veces hasta llega a sentir esas famosas "mariposas" en el estómago, lo cierto es que no se compara con vivir el amor en carne propia. Cuando ya no eres sólo un espectador mirando –leyendo– el amor de otros y enamorándote de dicho amor, sino que vives tu propia historia y es tu corazón el que está en juego.

Puedes leer miles de historias de romance, escuchar infinidad de canciones románticas, escuchar a ese amigo que siempre te cuenta que está enamorado de nuevo o llora en tu hombro sus penas amorosas y nada de eso te prepara para tu primer amor. No sabes lo que realmente es estar enamorado y sentir que el corazón se está, literalmente, rompiendo hasta que lo vives por fin.

Porque de verdad. Estar enamorado, malditamente, duele. O, al menos, a Axel le dolía.

Dicen que no entiendes realmente las letras de las canciones hasta que vives algo parecido. Y entonces ya no sólo las disfrutas, sino que las sientes. Cada letra y cada palabra parece escrita específicamente para ti.

Cuando no puedes dejar de pensar en dicha persona y te encuentras pensando en ella a cada momento. Cuando cierras los ojos y ahí está su rostro. Antes de dormir, rememoras con una sonrisa los instantes que pasaron juntos en el día; y, al despertar, sólo piensas en verla de nuevo. Y después, lo peor, cuando algo sale mal, cuando no estás seguro de que sienta lo mismo y las mariposas en tu estómago se convierten en garras que te arañan desde adentro y esa sensación horrible se sube a tu pecho y sólo quieres tirarte en la cama y llorar porque el mundo se está acabando. Tu mundo se está acabando, se desmorona porque el famoso "amor" a veces duele. Y duele hasta quedarte dormido entre lágrimas. Y te dices “Ya no más”, pero al día siguiente él o ella te sonríe y está bien, quizá otro poco.

Quizá el mundo no se estaba acabando. Quizá es sólo que somos adolescentes cuando nos enamoramos por primera vez y sentimos todo más intensamente. Quizá no necesariamente es "trágico" el primer amor, pero sí lo vivimos como una tragedia porque a los diecisiete o dieciocho años sabemos muy bien hacer una tormenta en un vaso de agua y nos sentimos morir cuando la realidad nos golpea en la cara y nos dice “¡Oye, no todo es perfecto!”.

Y es que cuando uno sólo ha "vivido" el amor en la ficción –a través los libros, películas, canciones– está acostumbrado a ese amor perfecto que te hace sonreír siempre, porque disfrutas los buenos momentos con el protagonista y los malos te duelen, pero siempre puedes cerrar la página. Y cuando te transportas al mundo real, aquí no es posible pasar de página. Aquí duele y tienes que pasar por estos momentos malos, así como lo hiciste con los buenos. Y la verdad es que a veces los malos son más duraderos que los buenos.

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora