Quizá porque este año las cosas son como son, en todo el mundo, y por eso es el fin.
(“La última noche del mundo”, de Ray Bradbury)
Gabriel estaba muy nervioso. Dio varias vueltas antes de atreverse a tocar al timbre de la famosa casa verde. Salió una mujer de una estatura similar a la de Axel, quizá de unos cuarenta años y con unos bonitos ojos azules que lo miraron de arriba abajo. —Dime —ella se quitó las gafas que llevaba para arquear perfectamente una ceja muy oscura.Gabriel tragó y estaba por decir que se había equivocado, aun cuando suponía que ella debía ser la madre de Axel, cuando éste apareció detrás de la mujer dando un saltito. —Él es Gabriel, mamá. Te dije que vendría. Déjalo pasar.
Los labios de la mujer se fruncieron y entrecerró los ojos hacia Gabriel antes de mirar a su hijo. —No los quiero solos en tu habitación y mucho menos con la puerta cerrada, Axel. Ya hablamos de esto...
—¡Mamá! —el grito indignado de Axel y sus mejillas enrojecidas hicieron sonreír a Gabriel.
—¡Ya dije! —la mujer fue tajante y los miró a ambos antes de irse, señalando sus ojos y después a ellos—. Los quiero donde pueda verlos, jovencitos.
Axel guió a Gabriel hacia la sala refunfuñando todo el camino en voz baja que “No es así. Ya se lo he dicho. Es sólo un compañero. Ni siquiera tengo novi...”
No terminó porque al dejarse caer en uno de los sillones de terciopelo azul oscuro –que resaltaban mucho sus ojos– y ver a Gabriel de pie frente a él, se detuvo.
Ambos se quedaron mirándose un momento, antes de que Axel recordara sus modales. —Siéntate donde gustes —dijo, él mismo sentándose un poco más derecho—. Ya leí el cuento —dijo, con voz demasiado alta—, así que podemos hablar de eso, si quieres.
—¡Donde pueda verlos! —gritó su madre desde algún lugar de la casa.
Axel negó y sonrió, al menos sus mejillas ya no estaban encendidas. O no tanto. —Lo siento por eso.
—No hay problema —Gabriel incluso lo envidió un poquito. Quizá si sus padres lo hubieran vigilado un poco y querido lo suficiente, habría superado su dislexia desde hace años. Se sentó al lado de Axel y le sonrió un poco forzado.
Axel carraspeó y, tratando obviamente de ser discreto aunque no lo logró, se arrastró un poco más lejos de él. —Bueno, como tú mismo dijiste, la historia trata, como el título bien lo dice, de la supuesta última noche del mundo...
—¡¿Por qué es la última?! —Gabriel preguntó, emocionado como un niño, y acercándose un poco más.
Axel carraspeó de nuevo y se recorrió otro poco. —Bueno... —miró sus manos para evitar mirarlo a él—, realmente no se dice la razón. Únicamente que parece que todos han tenido el mismo sueño y están convencidos de que es la última noche del mundo.
El ceño de Gabriel se frunció y sus labios también. ¿Y por qué Axel los estaba mirando cuando Gabriel volvió a hablar? —Entonces, ¿realmente ni siquiera era seguro que fuera su última noche?
Axel hizo una mueca. —Todo parecía indicar que sí. Lo que me llama la atención es que no hubiera pánico porque, creo yo, que si eso en verdad sucediera, si fuera la última noche del mundo, todos estaríamos en pánico y no sabríamos qué hacer o cómo reaccionar. Es decir, ¿realmente nos gustaría saber que es nuestra última noche con vida? No lo sé, da miedo, ¿no?
Gabriel realmente lo pensó antes de contestar: —Depende. Pienso que si tienes algo que perder, o alguien quizá, te dolería saber que son tus últimos momentos con esa persona. Pero también, por lo mismo, ¿no sería mejor saberlo y tener la oportunidad de disfrutar hasta tu último segundo? Sí da miedo, pero si yo tuviera a una persona especial me gustaría pasar mis últimos momentos a su lado y recordárselo hasta el último segundo, que la amo y que si hay una vida después de ésta me gustaría encontrarla de nuevo un día...
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Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)
Teen FictionTERMINADA» Axel es un bibliófilo: él ama los libros, la lectura, los mundos a los que unas simples letras te pueden llevar. En pocas palabras, Axel es para todos un Nerd. Gabriel es uno de los chicos más guapos del Instituto. Es atractivo, es popula...