XIV. El pueblo de los gatos

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Aquel era el lugar en el que debía perderse. Un lugar ajeno a este mundo que habían dispuesto para él. Y el tren jamás volvería a detenerse en aquella estación para llevarlo a su mundo de origen.
(“El pueblo de los gatos”, de Haruki Murakami)




Verse en el salón de clases fue tan incómodo como Gabriel se imaginó que sería. Estaban sentados juntos pero, después de una incómoda y forzada sonrisa inicial, Axel no volvió a mirarlo. Maldita sea. Necesitaba arreglar esto ya. Se había acostumbrado a la calidez de Axel y ahora esta actitud fría no le gustaba. Sería que, si Gabriel no tenía el valor de terminar su relación con Sonia, ¿podían al menos ser amigos, volver a lo que tenían antes o ya ni eso era posible?

—Mérida preguntó por ti cuando despertó —dijo después de un momento de silencio, esperando que eso los sacara de esta incomodidad irrespirable.

Pudo sentir la mirada de Axel, mientras él se miraba las manos porque tenía miedo de lo que vería en esos hermosos ojos azules. Pero nunca supo si iba a responderle o no, o qué es lo que le habría dicho, porque en ese momento entró de prisa la profesora.

—¡Disculpen, chicos —dijo, sobaba agitada, mientras dejaba caer todas sus cosas sobre el escritorio y tomaba una profunda respiración—, un poco más y no llego! ¿Cómo están? ¿Qué les pareció la...?

—¡No entendí! —Sarah fue la primera en hablar. Como siempre sin levantar la mano, incluso interrumpió a la profesora.

La profesora Lu suspiró, ya acostumbrada y cansada de decirle que debía pedir la palabra. Se recargó, casi sentándose, en el escritorio. —¿Qué no entendiste, Sarah?

—La historia, el final, la relación de ellos, la actitud de ella... —ella resopló cuando alguien dijo “O sea nada”. Le echó una mala mirada y siguió hablando—. Por supuesto que entendí la historia. Simplemente no me queda claro el final y porque ella simplemente se va cuando es obvio que lo amaba, ¿por qué iba a preferir vivir su vida sola cuando alguien realmente la quería?

—Bueno... —la maestra comenzó.

—¿Y por qué no? —una chica, sentada en una de las zonas donde nadie participaba, dijo. Su cabello era negro con las puntas moradas, lo llevaba corto; usaba una aburrida sudadera holgada color gris y unos jeans que le quedaban bastante flojos. No había ni una pizca de maquillaje en su rostro, sus pestañas oscuras eran largas naturalmente y sus uñas cortas y sin esmaltes coloridos.

Sarah, que era en lo físico totalmente opuesta a ella, la miró mal.

—¿Por qué lo dices, Karen? —fue Axel quien preguntó.

Karen era una chica que casi nunca hablaba en clase, pero la profesora sabía de su problema –tenía un poco de fobia social–, así que no reprobaba. Habían encontrado un modo de comunicarse y que ella participara. En cuanto leía las obras asignadas, que solía ser antes de las clases, le mandaba un audio con sus impresiones. Y eran muy profundas siempre.

—Porque me parece que se está generalizando y estereotipando lo que una mujer debe o no debe ser. Pareciera que una mujer debe casarse para estar completamente realizada y no es así; muchas mujeres prefieren vivir su vida sin matrimonio. Y en el caso de simplemente formar un hogar con su pareja, se dice que "viven en el peado". Ahora si nunca se casan, aunque sea por decisión propia, son llamadas "solteronas". Y son unas zorras o "putas", como este hombre la llama precisamente, si tienen muchas parejas durante su vida. Lo cual me parece absurdo porque no hay una connotación negativa para un hombre que haga lo mismo, así sea no casarse o tener varias parejas. ¿Por qué está mal que ella no quiera atarse a él? ¿Por qué es "incorrecto" que ella decida ser feliz a su manera y ésta no incluya a un hombre permanentemente a su lado?

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora