XXI. Conitos (1a parte)

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Probé uno, pero su sabor no me entusiasmó precisamente. Lo encontré empalagoso y la corteza me pareció demasiado reseca. No podía creer que a los jóvenes de mi generación les gustara un dulce semejante.
(“Conitos”, de Haruki Murakami)




«—Quiero presentarte a alguien —Gabriel lo había susurrado; sintiéndose tan nervioso, pero a la vez sabiendo que era lo correcto. Sintiendo que era lo correcto—. Quiero que conozca a mi novio.

Y por la brillante sonrisa de Axel, valió le pena»

Era la primera vez que Axel se saltaba las clases. Nunca en su vida lo había hecho antes, pero la ocasión lo ameritaba. Cuando Gabriel con una sonrisita nerviosa que se volvía coqueta cuando mordía su labio inferior lo sugirió, no pudo decir que no. No cuando esos ojos verdes brillaban repitiendo “Quiero presentarte a alguien. Quiero que conozcan a mi novio”.

—Todo está bien —Gabriel le había dicho, tomándolo de la mano y avanzando por los pasillos ahora vacíos mientras los demás empezaban su segunda clase—. Nadie se dará cuenta... —sonaba sin aliento y su mano estaba un poco húmeda. Axel no podía dejar de sonreír—. Volveremos a tiempo para las últimas clases... No te preocupes —y parecía que más trataba de convencerse a él mismo.

Axel le sonrió con ternura, mirando lo nervioso que estaba. Ni siquiera en su primera clase de Literatura –cuando era obvio que no había leído y no sabía nada– o en la segunda –cuando le había pedido que le ayudara con los cuentos que la profesora dejaba de tarea– lo había visto así.

—Nos volvió a dejar un cuento de Murakami —dijo Axel, sin venir al caso, de repente. Y cuando Gabriel lo miró, sus labios y esos hermosos ojos azules sonreían.

Y Gabriel olvidó lo que iba a decir.

Axel se rio.

En realidad sólo lo hacía para distraerlo. No era nada importante, pero Gabriel parecía necesitar mantener su mente ocupada antes de que le diera un colapso nervioso. —Sólo digo —continuó Axel— que es ya el ¿cuarto? cuento que leemos de Murakami. A ver, están “El hombre de hielo”, “El pueblo de los gatos” y... —sus cejas se fruncieron. Pretendió estar recordando.

Gabriel apretó la mano de su novio, las mariposas revoloteando en su estómago, y le sonrió un poco. —El de la chica perfecta te falta... No recuerdo cómo se llama.

Axel asintió, también sonriente. Gabriel pudo empezar odiando la Literatura, pero era obvio que ahora la disfrutaba. O algo así. —Cierto. “Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril”. Esos son tres y ahora otro: “Conitos”.

—¿De qué trata? —preguntó Gabriel, algo distraído, mientras se detenía de repente justo después de dar la vuelta a otro pasillo.

Axel se detuvo abruptamente para no chocar con él, Gabriel lo había dejado un poco detrás de él como si lo protegiera de algo. Axel se estiró un poco sobre su hombro, poniendo su mano libre ahí. Gabriel estaba muy tenso. —¿Qué pasa?



* * * * *


Gabriel sintió su corazón latir demasiado rápido y golpeando con fuerza como si quisiera escapar de su pecho. Miró con algo parecido al terror a Sonia y dos de sus amigos. Por supuesto, ¿cómo no se le ocurrió antes? ¿Cómo no pensó en que a esta hora ellos también solían fugarse de las clases?

Tragó ruidosamente y cerró su mano libre, que no dejaba de temblar, en un puño. No se dio cuenta de que estaba apretando con fuerza la de Axel. Él no se quejó, de hecho acarició suavemente su hombro como si tratara de calmarlo mientras volvía a preguntar qué pasaba y por qué se habían detenido.

Enamorándome del nerd (o Un disléxico enamorado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora