CAPÍTULO XXXVI

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Ha pasado una semana desde que Amori está con nosotros

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Ha pasado una semana desde que Amori está con nosotros. No hay ninguna noticia de la madre y por lo que la pequeña ha dado a entender no tiene padre. Me preocupa demasiado que no la encontremos, no sé qué pasará con ella.

Cuando Darey estuvo en el castillo le dije que por desgracia no era mi hija, y ahora más que nada me gustaría serlo, es una niña encantadora.

Todos nos hemos encariñado mucho con la pequeña. Zarek la ve como si de verdad fuera su padre, a pesar de que con su nombramiento tiene menos tiempo para estar conmigo, siempre se las arregla para jugar con Amori después de comer o antes de cenar. De cierta forma me pone feliz, la niña merece todo el amor.

Mis padres y mi hermano han decidido quedarse por un tiempo en el castillo, creo que mis suegros fueron demasiado insistentes al pedirles que se quedaran. Mi padre le ha encargado sus negocios a su mano derecha y mejor amigo de la infancia.

En estos momentos me estoy preparando para reunirme con Darey, me lo ha pedido durante toda la semana y siempre le digo que no puedo. Y no es porque no quiera verlo, porque cuando terminamos la relación quedamos como muy buenos amigos. Sin embargo, no me agradó la manera en la que se presentó con Zarek.

Hoy Amori me acompañará y mi novio pasará por mí al terminar de hablar con Darey. La niña es muy apegada a mí y sobretodo muy protectora, es como si me quisiera proteger de todo.

Cuando ya estoy lista me dispongo a ir a la habitación de la niña, le pedí a mi madre si podía arreglarla.

—Hola, mamá, ¿Y a está lista la pequeña? —Pregunto al entrar por la puerta.

—Claro, hija, la preciosa ya está más que lista —se da la media vuelta, trae a la pequeña en los brazos.

—Hola, hermosa, ¿Lista para irnos? —Asiente sonriendo —. Si es así es hora de irnos —Tomo a la niña entre mis brazos.

—Por cierto, Shey, Zarek me pidió que te dijera que te llevará el chofer. No quiere que andes sola —comenta mi madre mientras acomoda la ropa.

—De acuerdo, madre, nos vemos más tarde. —Tomo todo lo que necesito y salgo de la habitación. Al momento de hacerlo me encuentro con las personas de servicio, y estas al verme hacen una leve reverencia. Aun no me acostumbro a este tipo de cosas.

—Disculpe, majestad, tengo ordenes de llevarla a su reunión —habla un hombre de unos 40 años.

—Está bien, ¿Puede ayudarme con la mochila de la niña? —Cuestiono.

—Con gusto, majestad. —Responde al instante.

Ambos nos dirigimos al auto, al ya estar frente a el vehículo, el señor se apresura abrirme la puerta.

—Gracias.

Hace un leve movimiento con la cabeza como manera de contestación.

Durante todo el camino me encargo de jugar con la niña, pero un sonido proveniente de mi teléfono hace que me distraiga.

ENTRE AMOR, REALEZA Y HECHIZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora