28. Tenemos Que Hablar

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Hailey

Con la mano enfundada en un guante de cocina, abro el horno y saco la quinta bandeja de galletas del día. La dejo sobre el tope de la cocina y me quito el guante para secarme el sudor sobre la frente con él.

Cocinar es lo que mejor sé hacer. Claro, además de mentir y arruinarles la vida a quienes amo.

Lo que pasó en la escuela fue, sin exagerar, lo peor que me ha ocurrido. Estaba teniendo un día excelente hasta que ese maldito video le fue enviado a toda la escuela durante la hora del almuerzo.

"Emma y yo vimos el video casi al mismo tiempo que el resto de las personas a nuestro alrededor, por lo que pude sentir el momento exacto en el que todos reparaban en nuestra mesa.

Los murmullos no se hicieron esperar. No podía entender ni una palabra de lo que decían, ya que todos hablaban al mismo tiempo, pero me hacía una idea.

—Lee... —susurró Emma, mirándome con precaución, atenta a mi reacción.

Pero yo no sabía qué hacer. Podía sentir la mirada de todos puesta sobre mí, juzgándome sin piedad alguna. Con cada segundo que pasaba, los susurros a nuestro alrededor se hacían más fuertes, logrando que escuchara lo que decían sobre mí.

—Siempre supe que terminaría acostándose con él, era obvio...

—¡Es una zorra! ¿Cómo pudo hacerle eso a su supuesta mejor amiga?

—Yo también quisiera tener una mejor amiga así...

—Hay que reconocerle que es una muy buena mentirosa, si Emma en realidad creyó que nada pasaría entre ellos dos"

Cada comentario era peor que el anterior. A veces la gente no es consciente de que las palabras lastiman más de lo que piensan. Pueden ser usadas como un arma letal, y todo lo que dijeron sobre mi se sintió como un puñetazo.

Por eso salí corriendo de la cafetería. No creí que podría fingir por mucho más que sus comentarios en realidad no me afectaban, porque sí lo hicieron. Lo que piensan sobre mí es verdad.

Soy una mala amiga. Soy una zorra. Soy una mentirosa.

"Me precipité fuera de la cafetería y corrí por los pasillos de la escuela, sin saber a dónde ir. Los salones se llenarían de estudiantes dentro de poco, siempre hay gente en los baños y lo que yo necesitaba era un lugar donde pudiera llorar sin preocuparme por quién podría estar viendo.

Después de un par de minutos corriendo sin rumbo, me detuve un momento para recuperar la respiración. Me recosté contra una de las paredes del pasillo con la cabeza gacha, sintiendo como las lágrimas bajaban por mis mejillas una detrás de la otra.

—Ay, linda, ¿qué pasó? —preguntó una voz dulce y un poco rasposa.

Levanté la cabeza para devolverle la mirada a la enfermera de la escuela y, con un hilo de voz, susurré:

—Quiero irme a casa, Rosita.

La anciana, sin perder tiempo, me hizo entrar a su despacho y me abrazó. Yo envolví mis brazos alrededor de su cintura en respuesta, porque no me había dado cuenta de que necesitaba tanto ese abrazo hasta que me lo dio.

Rosa acarició mi cabeza y me dijo palabras tranquilizadoras hasta que, tras unos minutos, logré calmarme. Luego me dirigió hasta la camilla, me ayudó a sentarme y sirvió un vaso con agua para mí.

—Todos lo saben —sollocé con la voz quebrada antes de beber el agua. Al sentir cómo me alivia un poco la garganta, añadí—. Todos saben que estoy embarazada y creen que es de Travis. Rosita, si tan solo escucharas lo que dicen sobre mí...

Padre de Mentira [COMPLETA] (FDM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora