9. Mamá Osa

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Hailey

Al poco tiempo de huir de la conversación con Travis, mi mamá fue a buscarme a la escuela luego de que la enfermera le contara sobre mi desmayo al director y este la llamara para que fuera por mí. Confío en que Rosa no le dijo nada sobre el embarazo, pero le insistió lo suficiente como para que se pusiera en contacto con mis representantes, así que anoto mentalmente agradecerle a la anciana la próxima vez que me la encuentre.

Ahora estoy sentada en el asiento de copiloto junto a mi madre, quien está inusualmente silenciosa hoy.

—¿Ma, te pasa algo?

—No, ¿a qué viene la pregunta?

—No sé, te noto algo apagada —respondo con sinceridad. Ella suele arreglarse bien antes de salir de casa, pero me doy cuenta de que no lleva ni una gota de maquillaje y está usando su pijama debajo del abrigo de algodón que lleva puesto. Incluso su mirada parece menos alegre hoy.

Mamá niega con la cabeza y exhala con pesadez el aire que estaba aguantando. No enciende el auto, sino que se queda mirando algún punto del desierto estacionamiento por su ventana.

Me gustaría saber qué es lo que está pensando. Hace poco menos de un mes, mi mamá y yo éramos la confidente de la otra y nos contábamos todo sin importar lo irrelevante o doloroso que fuera. Pero el embarazo lo puso todo de cabeza.

Tampoco es que le esté echando toda la culpa al bebé, ¿okay? Debo admitir que mi relación con mis padres se enfrió desde que me acosté con... Bah, con el inútil del padre de mi bebé.

"—Oye mocosa —me llamó con su voz grave y juguetona. Él sabe que odio que me diga así, por eso aprovecha cada oportunidad que se le presenta para recordarme que soy menor que él al decirme de ese modo.

—¿Qué se te ofrece, viejo impotente? —dije apretando los dientes, aguantando las ganas de gritarle sus verdades frente a todos en el lobby del hotel.

Mi intención al insultarlo era hacerlo rabiar, pero en lugar de eso, se rio como si no hubiera un mañana. La gente a nuestro alrededor nos miraban extrañados, y no podía culparlos: yo también nos miraría si irrumpiéramos en el lujoso hotel en el que nos estamos hospedando en nuestro estado, tomados y risueños, insultándonos el uno al otro.

En realidad volvíamos de una fiesta. Ambos estuvimos bailando, riendo y bebiendo toda la noche; y a juzgar por cómo reía de forma bobalicona y era incapaz de estar parado sin tambalearse, mi acompañante había tomado algunas copas de más.

—¿Cómo te atreves a decirme impotente? —cuestionó indignado, hipando en medio de la oración. Su mirada parecía un poco más lúcida repentinamente, y con una sonrisa coqueta, agregó—. Si quieres puedo demostrarte lo potente que soy —Subió y bajó sus cejas varias veces de forma insinuante.

En ningún universo paralelo —y muchísimo menos en este— esa oferta me hubiera parecido tentadora, por lo menos no de parte de ese chico en específico. Tal vez me dejé llevar porque estaba muy borracha y algo caliente, pero lo cierto es que cuando él colocó sus manos a cada lado de mi cintura y me atrajo hacia sí para demostrarme que de impotente no tenía ni un pelo, solté un gemido involuntario y cerré mis ojos, disfrutando la sensación de dureza contra mi vientre.

Tomó mi barbilla con su dedo índice y posó sus labios sobre los míos, dejando un beso suave y casi imperceptible. Alejó su rostro lentamente, torturándome, y cuando finalmente me digné a abrir los ojos, noté, con mucha vergüenza, que todas y cada una de las personas en el lobby estaban mirando atentamente en nuestra dirección.

Padre de Mentira [COMPLETA] (FDM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora