Apenas un segundo después de que Mam anunciara que lo llevaríamos al infierno, Asmodeo sacó una daga de entre sus vestiduras.
Por alguna razón, me recordó al día en que Levi había aparecido con un cuchillo en mi cuarto del convento. El mismo cuchillo que luego había puesto sobre el cuello de Amon, su amigo, sin ningún tipo de pudor. Me pregunté si había decidido aliarse con Agus..., con As, hacía mucho, si había fingido su desprecio por él y si ese día en el baño de mi casa, cuando me había confesado sus miedos, no había sido más que un plan para apelar a mi empatía.
Fuera como fuera, daba igual. Lo importante era que ahora As tenía un arma en su mano, y que la arrojó directa a uno de los costados de Amon. Comprendí que este había aparecido a mi lado hacía rato, aunque yo no lo hubiera visto debido a mi mareo; habían sido sus brazos los que me habían sostenido cuando había estado a punto de desmayarme.
La daga se clavó entre las costillas del pelirrojo al mismo tiempo que unas cadenas doradas aparecían en torno a las muñecas de Asmodeo; parecían abrasarle la piel. Amon se lanzó a por él al instante para inmovilizarlo y, pese a lo mucho que debía de estar sufriendo por la herida de su costado, no se quejó.
—No te aprecio tanto como para acabar contigo aquí mismo —le dijo a As con un jadeo—. Pero ojalá que la pases horrible cada segundo de tu inmortalidad.
—¿Qué van a hacer con él? —cuestioné con timidez, acercándome a ellos.
—Es decisión de Mam —respondió Amon.
Mam miró a Asmodeo fijamente, como si estuviera valorando las distintas posibilidades. Era una gran responsabilidad.
—Hay que entregarlo —concluyó—. Tenemos suficientes pruebas en su contra; que el tribunal haga lo que quiera con esta escoria. Podremos demostrar sin problemas que fue él quien robó las joyas y quien nos inculpó, y por fin limpiaremos nuestros nombres. Por desgracia, nos es más útil vivo.
En su mirada podía verse con claridad que As era, probablemente, uno de los seres que más odiaba en el universo, seguido muy de cerca por Levi. Las puñaladas que te asestaba un aliado eran mucho más difíciles de suturar que las que recibías de un enemigo.
—¿Y si nuestro guía nos ve? —preguntó Amon.
—No nos verá, porque no lo haremos nosotros. —Mam me miró—. Muy pocos humanos acceden al infierno y no se quedan para el resto de la eternidad. ¿Lo sabías, pecadora?
—Me niego a que declines la oferta. —Incluso herido de gravedad como estaba, Amon no parecía dispuesto a darme un respiro—. Te vamos a llevar amarrada si hace falta. No tienes escapatoria.
—¿Con qué me encontraré allá abajo? —Fruncí las cejas—. Tengo que pensarlo.
—Si crees que hay un abajo, es que no has aprendido nada. —Me tomó del brazo—. Además, el contrato que firmamos se acaba cuando nosotros nos vayamos. Cosa que no ha sucedido aún. —Amon esbozó una sonrisa maliciosa—. En cierto modo, eres legalmente nuestra esclava, si te pones a pensarlo bien.
—Mam, dile algo.
—Tiene razón, deberías hacer lo que te digamos al pie de la letra si quieres cumplir la ley. Me apetece seguir las reglas.
—Mira lo que has hecho, Amon. —Puse los ojos en blanco—. Le contagiaste la tontería.
—¿Quieres saber qué pasa si las rompes y no nos gusta? —me susurró Mam al oído.
Estaba completamente malherido y seguía ingeniándoselas para fastidiarme. ¿Cómo podía ser alguien tan insistente?
—Iré.
—Ni que tuvieras otra opción —se burló Mam.
—¿Desde cuándo estás del lado de Amon?
—Su lado es mi lado, lo compartimos todo —se jactó el pelirrojo.
Sus risas no me dejaron distinguir si era broma o no. Pero debía admitir que, tras las insinuaciones que había hecho Levi, empezaba a percatarme de ciertas señales por parte de ambos chicos, y no sabía qué demonios hacer con ellas.
—Venga, te vienes con nosotros —concluyó Amon. Con su dedo anular, trazó una puerta en el aire—. Sin quejas.
Me había equivocado al pensar que ya no me quedaban emociones nuevas que experimentar, porque en ese instante, una puerta mágica se abrió y mostró un largo pasillo rojo pavimentado con brasas calientes de fuego.
—Andando. —Arrastraron a As detrás de ellos.
—¿No deberíamos preocuparnos por si Levi en algún momento trata de...? —susurré, pero Mam me calló.
—Créeme, lo último que haría Leviatán es demostrar que le importa.
Asentí distraída. Habían pasado muchas cosas en pocos segundos y yo estaba ligeramente descolocada. Sobre todo porque de repente tenía frente a mí, a escasos metros, un mundo que hasta hacía poco había creído irreal.
Estuve a punto de tener un paro cardiaco cuando Amon me empujó y yo trastabillé hasta caer al suelo.
Miré hacia abajo y comprobé que mi vestido había cambiado de blanco a gris, igual que todos los objetos blancos que llevábamos con nosotros. Las apariencias de los chicos pasaron a ser las que tenían en el infierno, con cuernos, alas y garras que en ese momento prefirieron guardar.
Avaricia me ofreció su mano para levantarme y yo la acepté; tenía curiosidad por saber lo que sentiría al tocarlo. Aunque hubieran cambiado, seguía reconociéndolos. Supuse que tenía que ver con esa conexión extraña que compartíamos; casi siempre era capaz de percibirlos, incluso cuando eran invisibles.
Miré a mi alrededor. Los pasillos parecían laberintos: angostos y largos. Me preocupé cuando vi que caminábamos y caminábamos y no llegábamos a ningún sitio. Empezaba a preguntarme si estaríamos andando en círculos cuando llegamos a un rincón sin fuego ni lava alrededor; estaba marcado con una estrella de cinco puntas que sostenían dos gárgolas de piedra.
Di media vuelta y me topé con dos figuras oscuras nuevas. Retrocedí varios metros de un salto.
—Somos nosotros, tonta —dijo Amon—. Es que no pueden reconocernos.
—¿Por qué, exactamente?
—Necesitamos volver con, al menos, la mitad de los malentendidos aclarados. Después de entregar a Asmodeo, claro. Y por la puerta grande, no escondidos en estos laberintos.
—Cabe la posibilidad de que nos reconozcan por nuestras voces. —Mam clavó su mirada en mí, sus pupilas desaparecieron—. Para eso tenemos el factor sorpresa.
—¿Qué van a hacer conmigo?
Dejó que su amigo sostuviera a Asmodeo y él me colocó en medio de la estrella. Sus manos recorrieron mi cuerpo hasta llegar a mis labios, y sentí un ligero soplido acompañado de un plus de energía. Las estatuas pasaron de estar hechas de piedra a estar recubiertas de espejos, de manera que podía verme reflejada en ellas.
Procesé despacio lo que estaba viendo: gran parte de mi cuerpo perdió toda su coloración y, sin embargo, empezó a brillar en algunas zonas, como por ejemplo en mis ojos luminosos, ahora similares a los de Mam, o en el platino de mi cabello, bajo el cual podían apreciarse dos pequeñas protuberancias semejantes a cuernos.
—Vas a hacerte pasar por una de las personas que me ayudan a gobernar. No tienes que aprender nada, Ira puede controlar lo que dices.
La pared de nuestra izquierda se derrumbó y me permitió ver a un grupo de guardias con fustas, espadas y candados en sus manos al otro lado. Uno de ellos nos vio y se acercó.
—Pero tengo miedo —farfullé.
—Entonces hazlo con miedo.
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Un templo encantador │YA EN LIBRERÍAS
Paranormal¿Qué harías si por error traes 3 atractivos demonios a la tierra? * 🕯️ * Val no cree en los demonios, y para probar su inexistencia decide seguir un tutorial de invocación. Hay puntos que ella debería haber tenido en cuenta an...