43. Era divertido hasta ahora ¿No?

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Desperté sintiendo que me quemaba

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Desperté sintiendo que me quemaba.

Hacía un calor asfixiante, me habían puesto demasiadas sábanas encima. Reconocí la habitación de Dania al instante por la decoración. El reloj de la mesilla marcaba las 3:33 de la madrugada. Las luces estaban apagadas, pero, al ver el brillo de la pantalla de su celular, asumí que ella estaba despierta.

Me acomodé en la cama de invitados.

—¿Qué haces? —indagó en voz baja—. Hace un rato estabas tiritando.

—¿Tiritando? ¿Yo?

—Sí, fui a buscar una manta de lana porque creía que te ibas a congelar. Fue mi culpa por querer dejar la ventana abierta.

—No es tu culpa, no pasa nada, gracias.

—Puedes beber de esa taza si no consigues dormir. —Señaló el piso—. Descansa.

Me arrastré hasta el borde de la cama: la taza blanca que había señalado Dani contenía una sustancia de un color y una consistencia similares a los de la poción que me había dado Mam hacía unas semanas.

—¿De dónde sacaste esto?

—Mam me la dejó antes de irse. —Bostezó—. Dijo que quizá te vendría bien; lo noté preocupado.

—¿Preocupado? ¿Por mí? —pregunté incrédula.

—Claro, Val, se nota que te aprecia. Ojalá yo me llevara así con mi familia.

—¿Ha llamado mi padre? ¿Sabes si ya puedo volver a mi casa?

—Le preguntó a mi hermano si podías quedarte aquí; si llama, Aaron te despertará. Seguro que ha sido un susto y ya —trató de consolarme; sin embargo, noté el momento en el que dejó de creerse sus palabras mientras hablaba—. Nos informarán pronto.

Me recosté mirando al techo. Me preocupaban mi casa y mi familia, y, siendo sincera, también me preocupaban los chicos. No pude conciliar el sueño, los pensamientos retumbaban en mi cabeza, cada vez más cargados de culpa.

Oculté mi terror de Dania, pero, atrapada bajo las sábanas, yo no tuve forma de escapar de él.

Agité la poción: el líquido ya se había enfriado, aunque no había perdido su agradable sabor. Incluso con todos los problemas que Mam tenía en ese momento, con el peso de ser el líder de su grupo y tener que defenderlos a todos, con su superioridad suprema como príncipe del infierno, se había detenido a pensar en mi bienestar y a dejarme ese detalle.

Yo era consciente de que, en cierto sentido, él me apreciaba; era más blando conmigo y buscaba mantener el equilibrio en lo que a mí respectaba; incluso sabía bien que se sentía atraído por mí, pero no había razón para creer que las cosas iban más allá de eso..., ¿verdad? Me había dicho que me quería, sí..., pero había asumido que hablaba en términos de amistad.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora