29. Tarde de estudios con demonios, un día normal

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Tratar de coordinar mis actividades paranormales con mis estudios de último año era una actividad extrema

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Tratar de coordinar mis actividades paranormales con mis estudios de último año era una actividad extrema.

—Hice la lista con nosotras, Mam, la presidenta del Centro de Estudiantes y los posibles tutores que se pasan la vida en la biblioteca —explicó Dania mientras anotaba nuestros nombres en un formulario—. Las asignaturas serán por orden de prioridad, aunque de eso dependen las reuniones.

No sabía de qué me hablaba. Me había perdido en la palabra «lista». Supuse que se refería a los grupos de estudio: solíamos hacerlos en época de exámenes, y debíamos formarlos con dos amigos y dos extraños, más un líder. Nos daban honores si funcionaban con cada uno de los miembros.

Antes de llegar a la biblioteca, me di cuenta de que mi amiga había dejado de seguirme. De golpe, recordé la última vez que habíamos interactuado, cuando ella me había entregado aquel libro que me había hecho vomitar. Nerviosa, apreté mis cuadernos contra mi pecho. No me animaba a mirar atrás para ver por qué se había detenido. Pero entonces escuché sus pasos de nuevo: lentos, dubitativos. Cansada (y algo asustada), me dispuse a darme la vuelta.

Sin embargo, ella llegó hasta mí primero; se acercó rápido y levantó mi mentón mientras examinaba mis ojos.

—¿En qué andas? ¿Qué te sucede?

—Te lo he dicho, estoy lidiando con entes demoniacos.

—Ya —suspiró—. Veremos qué hacer cuando acabemos de estudiar. Déjame controlar lo que consumes a partir de hoy, por seguridad.

—No me drogo, si esa es tu preocupación.

—Lo que tú digas. Vamos, que llegamos tarde.

Me empujó hasta el sector que habíamos reservado para nuestro grupo en la biblioteca (la mejor equipada de toda la ciudad). Nuestro sitio se componía de un fino sofá azul circular con una mesa en medio. Un montón de cuadernos y apuntes desparramados ocupaban la totalidad de su superficie.

Melina ya estaba allí, dándole vueltas a un lápiz entre sus dedos. Hermosa, inteligente y con un aire de líder que casi te golpeaba al verla, era una de las personas que más inseguridad me provocaban. A su lado, todo el mundo parecía simple.

Nunca me había dado motivos para odiarla, y tampoco me caía mal. Se merecía cada logro que había obtenido. Me alegraba de que formara parte de nuestro grupo de estudio; con ella, no había forma de que nos fuera mal.

—¡Valen! ¡Dania! ¡Buen día! —saludó sonriente—. Tomen asiento, adelante.

—Un placer —murmuré.

Revisé el temario y me detuve confundida con solo leer el título: «Variable aleatoria discreta, distribución de frecuencias, distribución de probabilidad y gráficas». Sentí que estaba escrito en chino.

—Olvídalo, Dani, no sirvo para esto. Mejor nos mudamos a un pueblito al otro lado del país y montamos nuestra propia cafetería con temática de gatitos.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora