39. Todo

84K 9.1K 19.1K
                                    


—Valentine Stamon —suspiró mi padre—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Valentine Stamon —suspiró mi padre—. ¿Dónde estabas?

—¡¿Qué demonios haces volviendo a esta hora? ¡Son casi las seis de la mañana! —exclamó mamá—. La gente normal se levantará en un par de horas para desayunar y tú estás volviendo de Dios sabe dónde.

«Diosa», corregí en mi mente. Si lo hacía en voz alta, probablemente moriría.

—Bien —carraspeó mi padre—, repasemos: está lloviendo, hace frío, solo llevas ese vestido y traes el labial corrido, hueles a humo, vienes a estas horas y con un chico, sin haber pedido permiso para nada. ¿Algo más?

No tenía ni la más mínima idea de qué podía decir. Lamentaba tanto que Mam tuviese que aguantar esa escena... Me moría de vergüenza.

Pero entonces él decidió intervenir:

—Calma —dijo—. Hay una explicación.

No, no la había, ese era el problema.

—¿Por qué no nos preguntaste, Val? —cuestionó mi madre—. Nunca te hemos negado una salida. Es peligroso que vayas a una fiesta de adolescentes y nosotros no sepamos ni siquiera que te has marchado de casa.

—No era una fiesta, era la feria —expliqué—. Y, de todas las veces que me he escapado, esta ha sido la más calmada. No hay por qué alarmarse.

—¿Te has escapado más veces? —La cara de mi madre era aterradora.

—¿Fuiste a la feria sin mí...? —Mi padre habló con un tono bajo que me partió el corazón en dos.

—No es lo que parece, es que, si se lo decía, no me habrían dejado ir con Mam.

—Siempre hemos tenido una relación comunicativa. —Mamá apartó la silla de la mesa para sentarse—. Nunca tuvimos secretos. ¿Qué pasa, Valen?

—¡El Mayoneso es el problema! —vociferó mi padre—. Te lo dije. Ella no hacía estas cosas antes, este muchacho la ha corrompido.

«Por la Diosa», oí que decía Amon desde alguna parte. Luego, con tono de mofa, añadió: «¿Se han corrompido el uno al otro?».

—Tiene razón, yo soy el problema —admitió Mam—. La convencí, no es su culpa.

¿Qué? Pero... aquello no era cierto.

—Lo sabía: sacando a mi niña de madrugadas. Sabía que los de tu tipo eran peligrosos.

—No —interrumpí—. Independiente de lo que sea Mam, yo tomé mis propias decisiones. Si bien estuvo mal no decírselo, debería poder juntarme o salir con quien quiera sin que lo juzguen. Ya no soy una niña, papá.

—Pero ¡te está llevando por el camino del mal! ¡Tú eras la pureza personificada!

—Nunca voy a aprender si no me dejan equivocarme, y la idea de pureza me incomoda, como cuando estaba en el convento.

Un templo encantador │YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora