Dió un último vistazo dentro de su mochila, parecía que todo estaba listo. Tenía una sábana, unos calzoncillos de repuesto, su jugo favorito, un paquete de galletas para dárselas a Gefry, una navaja que fácilmente pudiera entrar en su cavidad anal por si necesitaba esconderla, aguja e hilo por si le dan ganas de coser algo, bombones, una linterna grande y pesada por si necesitan golpear a alguien, su teléfono móvil, y unas enormes tijeras en caso de que entre en la locura y quiera hacerse un corte de cabello.Cerro la mochila, se la colgó y salió de su habitación. La única persona que estaba en casa era su padre, y como no tenía ni idea de la hora en la cual iba a regresar, prefería no pedir permiso para salir. En caso de que su padre le preguntara a dónde iría, él solo debía hacer un comentario grosero para empezar una discusión, y cuando su padre le gritara que hubiera preferido adoptar un perro en vez de tenerlo de hijo, él podría salir indignado de la casa para ir a la de Tom.
Siempre le funcionaba el hacer enojar a su padre para poder salir de casa como la víctima, lo mejor de todo era que cuando regresaba, su madre lo esperaba con los brazos abiertos y le decía lo mucho que lo quería. Era una forma desagradable para conseguir afecto y atención, pero después de toda una vida en esa familia, se había dado cuenta que era la única manera existente.
—¿A dónde vas? —escuchó la pregunta de su padre, quien estaba sentado en el sofá mientras escribía algo en su laptop. Frank siguió su camino hacia la puerta.
—Voy a drogarme con unos amigos —contestó simple, teniendo la mano en la perilla de la puerta, esperando una respuesta furiosa por parte de su padre, la cual no se hizo esperar.
—¿Por qué siempre buscas empezar una pelea? ¿Quieres salir con tus amigos? Puedes pedirme permiso, ¡pero no! Prefieres decir estupideces como esas —soltó el mayor, dejando su laptop de lado para ponerse de pie—. Vuelve a tu cuarto. No tienes permiso para salir.
Frank no respondió nada, miro a su padre fijamente a los ojos en vez de contestar, sabía perfectamente cuánto molestaba al mayor que hiciera eso.
—Y ni siquiera me contestas. ¿Así va a ser todos los días, Frank? Pero claro, después yo soy el malo, le dices a tu madre que soy el peor padre del mundo, ella te consuela y después viene conmigo a reprocharme todo el daño que supuestamente te hago. ¿Así te gusta vivir? —cuestionó Franklin, quien de verdad quería hacer entrar en razón a su hijo. Ya estaba asqueado de su rutina familiar, y quería hacer un cambio.
Frank asintió con la cabeza, sonrió de forma burlesca y le dijo «me encanta vivir en la mierda» lo que fue suficiente para que su padre le gritara, ordenándole que volviera a su habitación.
—Me manda mi madre, no los perros de la calle —dijo Frank, estando de lo más tranquilo, antes de abrir con rapidez la puerta y echarse a correr.
Podía escuchar los gritos de su padre a sus espaldas, eso solo lo hizo reír. Seguramente su padre estaría afónico el día siguiente gracias a todos los gritos que dió, ya quería verlo tomando tés de gengibre con más porquerías en la preparación para componerse la garganta.
Después de cruzar la plaza y llegar a la carretera, recordó como unos días atrás se había encontrado con Gefry. Fue una lastima el no volver a verlo por ahí, incluso se había empezado a arreglar cuando sus padres lo mandaban por pan.
Le tomo bastante tiempo el llegar tan solo a los departamentos donde vivía Gefry, gracias a las cortinas que tenían se le hizo más que fácil saber cuál de todos era su departamento. Siguió caminando, aún debía caminar bastante para llegar a casa de Tom.
Cuando supo que estaba cada vez más cerca, no pudo evitar sonreír enormemente, recordando todos los momentos que había compartido con las Chiquitrepadoras. Realmente no era mucho, tan solo eran un par de semanas, pero le emocionaba tanto el tener amigos que sentía conocerlos de todo una vida, y estaba seguro que esa sería una de las mejores noches de su vida.
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Siendo el personaje secundario de mi propia vida
Novela JuvenilGefry Menaminez está pasando por la adolescencia, sintiéndose como un pedazo de cartón remojado. Se cree feo, gordo, faltó de carisma y los granos en su cara no lo ayudan a mejorar la situación. Él jamás ha logrado algo importante o conseguido algún...