29. Las mariposas que se tragó Gordo Mamón

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Sentía como todo su cuerpo estaba entumido y demandaba algo de calor. Moría de frío.

Abrió los ojos con pesadez. Volteó rápidamente a ver sus piernas, pues sintió un peso extraño sobre estás, resultó ser Frank, usando sus piernas como almohada.

No reconoció el horrible lugar que lo rodeaba hasta que recordó la noche anterior. Por un momento creyó que lo habían secuestrado.

El sol todavía no salía, pero Gefry estaba seguro que eran las seis o cinco de la mañana. Estaba demasiado acostumbrado a levantarse a esa hora, por lo que no le era difícil adivinar el tiempo.

Su cabeza tardo un par de segundos más en reaccionar.

Él se suponía que había salido por un pan la noche anterior, y Frank salió de casa sin permiso. Ninguno de los dos tenía nada que estar haciendo ahí.

—¡Frank! —lo llamó, alterado. Lo movía del hombro, pero este tenía un sueño pesado— ¡Frank, levántate!

El mencionado frunció el ceño, sin molestarse en abrir los ojos, incluso se tapo los ojos con el brazo. Gefry le jaló la oreja.

—¡Vámonos ya!

Frank bufó y abrió los ojos, tomando lentamente asiento, mientras su cabeza hacia lo posible para recordar en dónde estaba.

—Me falta actividad física —chilló Gefry, cuando se puso de pie y escuchó como tronó su espalda y rodilla—. Envejecer no es fácil.

—¿No podemos dormir otro rato? —pidió Frank, pasándose los dedos por su despeinado cabello.

—¡Frank, no podemos seguir en este triquitero!

—¿Quién lo dice?

—¡Yo!

—Entonces vámonos —asintió, poniéndose de pie, listo para irse a dormir a la acera.

—No puedo creer que me haya quedado dormido —decía Gefry, caminando hasta la ventana rota para poder salir.

—Si, bueno; te dormiste antes que yo y no quise despertarte —confesó, siguiéndole el paso.

—¿Y por qué no? —exclamó molesto, al otro lado de la ventana.

—Te ves bonito mientras duermes.

—¡Frank!

—Gefry.

—¿No ves la seriedad del asunto? —cuestionó. Solo podía pensar en lo histérica que se pondría su madre, y ni hablar de los padres de Frank.

—Solo veo tu carita hermosa —respondió, antes de cruzar al jardín y hasta la acera.

Gefry estaba apunto de volver a gritar, pero se controlo para tragar su coraje. No quería gritarle a Frank, por más que todo eso fuera su culpa.

—No volvamos a hacer ésto nunca más —le pidió Gefry, ya más tranquilo.

—Como quieras —dijo. Esperó a que Gefry llegara a su lado para empezar a caminar—. ¿Quieres dar un paseo mañanero?

—Quiero ir a casa —aclaró, apresurando el paso.

Había una pequeña posibilidad de que nadie se hubiera dado cuenta de su ausencia, y Gefry tenía que darse prisa antes de que alguien en casa se despertara.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora