57. El aprendizaje de El Perrucho Miler

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Convivir con Frank Miler era una tarea complicada para cualquier persona promedio, pero intentar ayudarlo para que aprendiera algo resultó ser un verdadero infierno para Borbando.

—¡Concéntrate!... por favor -soltó Borbando, tratando de mantener la compostura. Era la quinta vez que Frank respondía de forma incorrecta una de sus preguntas. Borbando ya no sabía que hacer— Y, por favor, Miler, concéntrate en la pregunta y recuerda lo que acabas de leer —dijo con ambas manos juntas y enfatizando cada palabra—. ¿Cuando fue que-...?

—No sé —dijo Frank, sin esperar a que Borbando formulara la pregunta. Borbando ahogó un grito de frustración pura y entrelazó sus dedos para evitar dar un golpe al aire como un completo simio—. ¿No prefieres comer algo? Comer sirve para la mente.

—Sí, sí, sería lo mejor —respondió Borbando, levantándose de golpe del sofá. Necesitaba un descanso.

El dolor de cabeza acompañó a Borbando poco después de empezar su tiempo de tutoría con Frank, ya que este cambiaba el tema cada que podía o dejaba fija su mirada en algún punto de la sala, pero eso no era lo que más frustraba a Benito Borbando, lo peor de todo era que él mismo se había metido en ese problema.

—Dime, tú que te crees muy listo, ¿cuántos centímetros de circunferencia tiene un riñón? —le preguntó Frank, de la nada, cuando ambos estuvieron en la cocina comiendo algunas galletas que preparó Leticia el día anterior. Borbando no supo que responder, sobre todo porque no comprendía la intención de la pregunta— Lo ves, también estás todo tonto.

Borbando tomó aire intentando relajarse, luego se obligó a sonreír.

—Miler, esa es una pregunta complicada, todo depende del cuerpo de la persona y las-...

—Una reina de belleza sabría la respuesta, son muy listas —lo interrumpió Frank.

Borbando se quedó en blanco, guardó silencio unos segundos y se controló para evitar soltar un grito de coraje. El tiempo que llevaba conociendo a Frank había sido el suficiente como para entender que no tenía sentido tratar de llevarle la contraria a menos que fuera Gefry Menaminez.

—Sí, son demasiado inteligentes —terminó por responder Borbando. Frank asintió lentamente, sonriendo de la misma forma relajada de siempre.

—Mas las que van a Miss Universo. Merecen que les den coronas más grandes —añadió Frank, antes de morder su galleta.

Borbando esperó a que Frank terminara de comer galletas para pedirle que siguieran con sus estudios, pues sentía incorrecto gastar de esa forma el tiempo cuando los señores Miler le estaban pagando para que le enseñara algo a su hijo, pero en cuanto Frank terminó de comer regresó por su cuenta a la sala.

Lo que Borbando creyó que era iniciativa por parte de Frank terminó siendo todo lo contrario, pues Frank no se detuvo en la sala, sino que caminó directo a la puerta principal y salió de la casa sin dar ninguna explicación. Borbando fue tras él para pedirle que regresaran antes de que Franklin Miler se diera cuenta que no estaban en casa, pero Frank resultó ser muy rápido, y antes de que Borbando se diera cuenta ya estaban varias calles lejos de donde debían estar.

—Miler, no puedes hacer esto —le dijo Borbando, sin poder creerse aún que existiera alguien con tan poco respeto por las reglas—. ¿No te sientes mal? Tus padres me están pagando para que te dé clases, porque se preocupan por ti, pero tú solo malgastas mi tiempo y el dinero de tus padres. Eres un desconsiderado y grosero, pero puedes cambiar, intenta con pensar las cosas antes de hacerlas.

Frank detuvo sus pasos y se volteó a mirar a Borbando, al tiempo que guardo sus manos en los bolsillos de su sudadera.

—Cállate un rato —le pidió Frank, antes de seguir caminando sin rumbo.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora