43. El Perrucho Miler en boca de todos

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Hablar con George y hacer las pases consigo mismo había ayudado bastante a Frank, tanto que se encontraba en su habitación, empacando para irse unos días de vacaciones con sus padres.

Al final, habían encontrado un tranquilo hotel cerca de unas hermosas cascadas y ríos con aguas cristalinas, y aunque la idea de pasar una semana en ese paraíso era genial, Frank iba con el único propósito de aclarar su mente.

Tendría toda una semana para reflexionar sobre si mismo, sin contar las nueve horas de viaje en auto que pasaría para llegar a dicho lugar.

—¿Ya guardaste tu cepillo? —le preguntó Leticia, recargada en el marco de la puerta.

—Ya —respondió Frank, tratando de cerrar la maleta que había llenado de cosas.

—¿Que tanto estás llevando? —cuestionó Leticia— Llévate solo lo indispensable, no quiero que vallas cargando con cosas inútiles.

—Solo llevo cosas indispensables —le aseguró Frank. Leticia rodó los ojos cuando un peluche de cerdito se asomó por una esquina de la maleta.

—Solo cosas indispensables —le repitió Leticia, antes de irse.

Frank tomó asiento sobre la maleta y solo así pudo cerrarla.

Miró su habitación cuando estuvo saliendo de ésta y se despidió de sus cosas con un ademán de manos, de ahí, camino hasta la sala, donde su padre ya llevaba una hora esperando a qué su esposa e hijo estuvieran listos para partir.

—¿Crees que una cazuela es indispensable? —le preguntó a su padre, dejando su maleta al lado del sofá— Ya llevo tres, pero no sé si ocupemos otra.

—¿Al menos llevas ropa? —le preguntó Franklin, mirando la gran maleta de Frank.

—Sí, metí tres cambios de ropa y llevó cuatro calzoncillos puestos porque no cupieron en la maleta —respondió mientras le daba un par de palmadas a su maleta.

Franklin formó una línea con sus labios y después se forzó a sonreir, poniéndose de pie cuando vió a Leticia bajar las escaleras con su maleta.

—Se me olvidaron meter un par de cosas —excusó su tardanza, viéndose de lo más tranquila mientras cruzaba la sala—, pero ya tengo todo. ¿Nos vamos?

Ambos adultos salieron primero, siendo Frank quien se quedó a darle un último vistazo a su casa, mientras Franklin esperaba a que saliera para poder cerrar la puerta.

—Imagínate que alguien se meta a robar y se lleve todo, menos mis sábanas de Cars —le dijo a su padre, sin apartar la vista de su hogar—, ¿debería sentirme afortunado u ofendido?

—Ya vámonos, Frank —le habló su madre desde el jardín delantero—. Será un viaje largo y yo ya quiero nadar en aguas bonitas.

—Es que, siento que debo quedarme aquí otro par de minutos —informó Frank, dando la vuelta para ver a su padre—. ¿No tienes ese presentimiento?

—No, ya vámonos —contestó Franklin, señalando el auto para que Frank saliera.

—¿Podemos poner canciones de Elvis Presley todo el viaje? —le pidió Frank, saliendo finalmente de su hogar.

Al subir al auto, Frank le dió un último vistazo a su hogar y se puso el cinturón de seguridad, mientras Leticia reproducía un disco de Elvis Presley, cumpliendo la petición de Frank.

—Sí tengo un hijo, ¿tengo que ponerle Fra para seguir la tradición? ¿O debo quitar todavía otra letra? —les preguntó Frank, cuando el viaje comenzó.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora