14. Una rosa para Gordo mamón

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Frank jamás se imagino que trabajar bajo el ardiente sol, al mismo tiempo que estaba bañado en tierra y sudor, sería tan divertido a la par de relajante. Solo llevaba tres fines de semana trabajando con Rodriguito y en ningún momento fue capaz de soltar ni una sola queja. Todo le encantaba.

En tan solo tres fines de semana había aprendido muchas cosas, entre ellas; podar de forma pareja el césped, regar correctamente las plantas, pasar las flores de las macetas a la tierra y que las señoras dueñas de las viviendas en las que trabajaban se le quedaban viendo a Rodriguito cada que este se quitaba la camisa.

Una parte de Frank le decía que ya había encontrado su pasión en la vida, y eso le emocionaba bastante, casi tanto como el ver una rosa hermosa, tomarla discretamente y guardarla para llevársela a Gefry más tarde.

Era lindo el tener a Gefry presente en su día a día, era como si siempre lo acompañará. No comprendía que era lo que su mejor amigo provocaba en él, pero fuera lo que fuera; le gustaba.

—Listo, muchacho, hora de irnos —le informó Rodriguito, echándose aire con la camisa que previamente se había quitado—. Póngase a guardar las cosas.

Frank asintió, acomodó la gorra rosa que Gefry le había prestado y se apresuró a guardar todas las cosas en el Rodrimovil. Una vez que terminó, se puso al lado de el mayor, esperando su siguiente indicación.

Rodriguito sonrió ante el entusiasmo del menor y le dió un par de palmaditas en la espalda, realmente le había sorprendido el desempeño de Frank esos días, ese chico había aprendido con mucha facilidad, además de ser muy obediente. No podía estar más agradecido con Gefry por presentárselo.

—Si quiere, puede dejarme en su casa y de ahí yo me voy a la mía —propuso Frank, subiendo al auto, después que Rodriguito se lo dijera—. Quiero darle algo a Gefry.

—No te puedes estar robando las flores —le recordó Rodrigo, pues desdé su primer día, Frank se había llevado flores a escondidas para dárselas a Gefry. Él no se dió cuenta de este detalle hasta que el mismo muchacho se lo confesó.

—Nos pagan una mierda, así que no le veo algo malo a robarme un par de florecitas —aclaró Frank, observando la rosa que le llevaría a su amigo.

Rodrigo negó con la cabeza, poniendo en marcha el vehículo. No entendía cuál era la clase de relación que el hijo de su vecina y su nuevo ayudante tenían, pero mientras más veía sus interacciones, más estaba seguro que no eran solo un par de amigos, por lo que prefirió no empezar una discusión con él menor.

—Me recuerdas a mí, cuando tenía tu edad —comenzó a contar, ganándose por completo la atención del menor—. No tenía con que comprarle regalos a la chica que me gustaba, así que empecé a ayudar a mi papá en ésto de la jardinería para robarme flores y dárselas a ella.

Frank escuchó atento, y en lo único que se concentro fue en el hecho de que el padre de Rodrigo le había enseñado todo lo que este ahora le enseñaba a él, eso lo hizo sentir parte de una linda relación padre e hijo por unos momentos. Se sentía bien imaginar que Rodriguito era su padre e iban de regreso a casa, donde tenían una hermosa familia funcional.

—Quiero ser tu hijo, adoptame —pidió Frank, con seriedad. El mayor lo miró un par de segundos, antes de volver la vista al camino.

—Creó que tu papá es mil veces mejor que yo. Parece tener un buen empleo, querer a tu madre, y está bien mamado —respondió Rodriguito, riendo al ver la cara de completo asco que hizo Frank—. Si se ve medio serio, pero yo veía así a mi papá, ahora entiendo porque tenía cara de rabia todo el tiempo, y ya que no lo juzgo cada dos segundos; nos llevamos muy bien.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora