La mañana, tan tranquila como siempre. Rodriguito cantaba mientras barría los pisos, los maestros se quejaban entre ellos por su porquería de salario, y Frank abrazaba a Gefry como sí no hubiese mañana.
Gefry estaba sentado en su pupitre, cuando llegó Frank y lo primero que hizo fue abrazarlo por la espalda.
—No te voy a soltar ni para ir al baño —le avisó Frank, recargando su cabeza en el hombro de Gefry—, estás advertido.
El más alto no respondió nada. No olvidaba su creencia de que Frank era igual con todas las personas, por lo que a diferencia de las ocasiones anteriores; no sintió nada especial ni en ese abraza, ni en esas palabras.
Frank podía sentir esa extraña y reciente indiferencia que Gefry tenía por sus muestras de afecto, y era algo que lo inquietaba bastante.
Él no era de los que se quedaban con la duda, por lo que no se lo pensó dos veces antes de decirle a Gefry lo que sentía.
—Estás raro —le dijo Frank, al oído. Tenía una expresión de aburrimiento, pero Gefry sabía que en lugar de estar aburrido; estaba pensativo.
—Me duele la cabeza —respondió como si nada. No tenía ganas de dar explicaciones.
Frank se apartó de forma brusca, antes de salir a paso firme del aula.
Soltó un suspiro, al menos podría pasar un par de minutos sin tener a Frank pegado a él como una garrapata. Pero mientras más lo pensaba; más quería a Frank cerca.
Colocó sus codos sobre la mesita del pupitre y recargo su rostro en sus manos, como si eso ayudara con su dilema mental.
Esos días, Frank había estado igual que siempre. Era el mismo Frank amoroso que le llevaba rosas a casa y chocolates a la escuela, pero ya no veía esas muestras de cariño como antes, le seguían gustando, pero las sentía tan básicas, tan fofas.
Tal vez lo único que necesitaba era algo capaz de aclararle que Frank no era igual con todas las personas, que había algo diferente en como lo trataba a él, así fuera mínimo.
Inconscientemente abrió su cuaderno y tomó su lápiz, empezando a dibujar a Frank, con esos ojos que parecían estar siempre en paz, y esa sonrisa tan relajada.
Jamás se lo contaría a nadie, pero Frank se había vuelto a la persona que más había dibujado en toda su vida. Dibujar a Frank se había convertido en una clase de terapia. Claro que le mostró a este solo uno de esos dibujos, y fue el que le regaló.
Estaba a la mitad de su dibujo, cuando cierto rubio entro al aula y camino a paso veloz hasta su lugar, tomando asiento al frente de él. Borbando podía sacrificar el sentarse en la primera fila si eso significa poder estar cerca de su amigo, ya lo había hecho antes y no tenía problema con volverlo a hacer.
—¿Listo para ensuciarte las manos con harina? —le preguntó Borbando, cruzándose de piernas.
La primera reacción de Gefry, fue cerrar rápidamente su cuaderno, después vió confundido al contrario. No sabía de qué estaba hablando.
—Menaminez, le envié mensaje a tu hermanito. Tú y yo iremos a comprar todas las cosas que necesitemos para hacer las galletas —le recordó—, obvio que eso solo es una excusa para que me permitan salir.
—¿Cuando acepte eso?
—Ayer en la noche. Jackson me dijo que dijiste; sí, unas treinta veces.
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Siendo el personaje secundario de mi propia vida
Novela JuvenilGefry Menaminez está pasando por la adolescencia, sintiéndose como un pedazo de cartón remojado. Se cree feo, gordo, faltó de carisma y los granos en su cara no lo ayudan a mejorar la situación. Él jamás ha logrado algo importante o conseguido algún...