56. Separación por vacaciones

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El ambiente de esa tarde en casa de Frank era bastante animado. Leticia y Jackson estaban en la cocina dándole los últimos detalles a distintos platillos, Franklin y Borbando hablaban tranquilamente sobre política, y Niño Perro y Fran corría por el jardín, mientras que Gefry estaba sentado en una silla, inflando globos.

Frank los había obligado a todos a usar los clásicos gorros puntiagudos para fiestas, por lo que si alguien llegaba a verlos se confundiría bastante, ya que al ser veinticinco de diciembre cualquiera creería que estaban festejando Navidad en lugar de un cumpleaños.

En cuestión de horas Gefry y Jackson iban a tener que irse para pasar lo que quedaba del año en casa de su tía Ceci, por lo que todo se sintió algo apresurado, pues en cuanto todos los globos estuvieron inflados, Frank apresuro las cosas que hizo que todos se sentarán en la larga mesa del jardín que habían rentado para comer.

—Es toda una genio de la gastronomía, señorita Miler —le comentó Borbando a Leticia, quien se sintió rejuvenecida con el simple «señorita».

—Ya sabes, cuando las cosas se hacen con mucho amor, salen bien —contestó ella, con una sonrisa.

—A mi me hicieron con amor, por eso salí guapo —soltó Frank, con la boca llena de ensalada. Borbando sonrió ante el comentario, y se inclinó más hacia Frank, aprovechando que estaba sentado a su lado izquierdo.

—Te tengo buenas noticias, Miler —informó el rubio, antes de intercambiar una mirada fugaz con Franklin. Se aclaró la la garganta y su sonrisa se ensanchó—. Miler, seré tu tutor de ahora en adelante.

Frank parpadeo en silencio un par de veces, antes de meter más ensalada en su boca. Gefry, quien estaba sentado a su lado derecho, rogó a cualquier entidad que lo escuchara para que Frank estuviera de buen humor y no se le ocurriera montar una escena allí mismo.

—¿Y que me vas a enseñar? —le cuestionó Frank al rubio. No lo demostró, pero le alegró el tener por primera vez a un tutor que le agradaba.

—Tú solo tienes que decirme que materia se te complica más y yo te ayudaré —aclaró Borbando, antes de pasarse una mano por su cabello perfectamente peinado—. No tienes de que preocuparte, ya que todas las materias se me dan bien.

—¿Podemos comenzar por el abecedario? —Borbando abrió los ojos con horror antes esa pregunta.

—¿Cómo?

—Todavía no me lo sé —aclaró Frank.

Borbando se llevó una mano al pecho, a modo de exagerar sus sorpresa. Era conciente de que Frank no sabía multiplicar, dividir y se le dificultaba sumar números grandes, pero que no se supiera ni el abecedario hizo que el rubio maldijera a todos esos maestros con poco espíritu de enseñanza que le llegaron a dar clases a Frank.

—Ya no tienes de que preocuparte, Miler, ahora estás en buenas manos —le aseguró Benito, poniendo su mano en el hombro de Frank, mientras éste seguía comiendo ensalada tranquilamente—. Es más,  no te sorprendas si el próximo año ganas algunos diplomas.

—Okay, no me sorprenderé —sonrió Frank, antes de seguir comiendo.

Mientras, al otro lado de la puerta de la casa, George esperaba cruzado de brazos a qué Tom se dignara a tocar la puerta.

—Chico, si no lo haces tú, lo haré yo —advirtió George, mirando sin interés como Tom se daba ánimos.

—No lo entiende, señor, ahí adentro está me ex novio, y no llevamos ni una semana desde que cortamos —explicó Tom, antes de poner su puño frente a la puerta, con la intención de tocar. George rodó los ojos al ver cómo bajó el brazo para volver a darse ánimos.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora