Frank jamás fue alguien de dormir a sus horas, y aunque siempre tenía unas ligeras ojeras, en esa ocasión eran acompañadas por una nariz roja, ojos hinchados y una aura de no querer vivir.
Tenía la vista fija en sus hotcakes, que tenían una carita feliz hecha con rodajas de plátano, pero no tenía ganas ni de picarlos con su tenedor.
Ahora sí que Leticia y Franklin no tenía ni idea de cómo actuar.
Franklin estaba enterado de la deprimente llamada que Frank tuvo con Gefry, y sí no fuera por su esposa, ahora mismo estaría frente al hogar del chico para amenazarlo a punta de pistola por romperte el corazón a su hijo días después de ir hasta su casa para decirle que éste mismo le gustaba.
—¿Quieres acompañarme al trabajo? —le propusó Leticia a Frank, con el tono más dulce que pudo hacer.
Frank negó con la cabeza.
—¿Quieres ir por un helado? —preguntó está vez Franklin.
Frank volvió a negar con la cabeza y se pasó la manga de su abrigo por la nariz para limpiar un moco líquido.
Ambos adultos guardaron silencio. No hacían más que intercambiar miradas, expresando ideas con éstas mismas, pero no parecían llegar a ningún acuerdo.
Leticia estaba a punto de darle un puntapié a Franklin para que hiciera algo, cuando Frank levantó la mirada y sorbió su nariz.
—¿Me dan permiso para salir? —les pidió Frank. La pareja lo miró confuso.
—Te estás resfriado. Lo mejor es que te quedes en la cama —le contestó Leticia. Tenía miedo que su hijo quisiera salir para encontrar el puente más alto de la ciudad para lanzarse.
—Quiero ir a ver a alguien —aseguró Frank, paseando la mirada de su padre a su madre.
—¿A quien quieres visitar? Yo te puedo llevar —le propuso Franklin. Tenía el mismo presentimiento que su esposa.
—A Gefry —respondió, tomando su tenedor para incrustarlo lentamente en una rodaja de plátano.
De solo escuchar ese nombre, Franklin sintió como si le hubieran untado salsa picante en su orificio anal.
—El auto se averió —soltó Franklin. Frank lo miró directo a los ojos y el mayor tomó aire—. Ustedes tienen una relación extraña y destructiva. Lo mejor es que se alejen de una vez en lugar de irse a buscar cada que el otro les hace daño.
—No, come cola.
—Frank, por favor, escucha a tu padre —le pidió Leticia—. Los tres sabemos que las cosas entre ustedes solo empeoran.
—Es que no quiero pelear por la custodia de Niño Perro porque él la va a ganar —trató de bromear, pero terminó por taparse la cara y su voz se volvió débil—. Quiero saber por qué no quiere verme…
—¿Y que harás cuando lo sepas? —le cuestionó Franklin, juntando las cejas. No le molestaba la actitud de Frank, sino el como Gefry lo había dañado— Sí consigues que te lo diga, espero que no te pongas a rogar por su compañía. ¿No habías dicho que querías ser feliz sin Gefry?
—Lo dije antes de saber que él me terminaría odiando —soltó en un gritó ahogado, destapando su cara y sacando a relucir su expresión de desesperación.
—Pues no vas a ir a rogarle.
—¡¿Y por qué no?!
—¡Porque vales mucho, Frank! —exclamó Leticia, perdiendo la paciencia. El aludido se quedó completamente quieto— No vas a rogarle a él ni a nadie, no estás para eso. Tú vives para llenarte de felicidad y buenas experiencias, si quieres compartir eso, primero asegúrate de tenerlo.
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Siendo el personaje secundario de mi propia vida
JugendliteraturGefry Menaminez está pasando por la adolescencia, sintiéndose como un pedazo de cartón remojado. Se cree feo, gordo, faltó de carisma y los granos en su cara no lo ayudan a mejorar la situación. Él jamás ha logrado algo importante o conseguido algún...