18. Convivio con El Acordes

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Los alumnos estaban cada vez más seguros que César, el profesor de música, cada vez se quedaba con menos ideas para sus clases, pues después de muchas clases seguidas donde solo les contaba sus anécdotas y los ponía a tocar el pandero; había organizado una clase tipo convivio.

Los pupitres quedaron hasta el fondo de el aula, mientras el escritorio estaba lleno con nachos y papas fritas. Sonaba musica clásica de fondo, mientras todos estaban sentados en círculo, hablando sobre sus sentimientos.

—Aprender a perdonar es de lo más importante en este camino al que llamamos vida —le dijo el profesor a un alumno, después que este les compartiera su situación familiar—. ¿Alguien más quiere contar algo?

Todos estaban en silencio, nada de eso era del interés de los estudiantes, igual que Frank y Gefry, quienes se había sentado de un extremo del círculo al otro, viéndose directamente.

Solo habían pasado un par de días desde el cumpleaños de Gefry, y este aún no superaba el que su mejor amigo lo hubiera sorprendido en la entrada de su edificio con un hermoso ramo de rosas, por lo que se encontraba muy feliz con el contrario.

Desde que pusieron un pie en el aula, esos dos no hacían más que intercambiar miradas. Gefry no podía evitar reír bajo cuando a Frank se le ocurría guiñar su ojo, mientras le sonreía coqueto.

—Bien, como nadie quiere cooperar en compartir sus emociones; yo voy a escojer —aclaró el profesor, dando un rápido vistazo a todos los estudiantes, deteniendo su mirada en Borbando—. Empiezas tú, Benito Borbando, mi alumno estrella.

Borbando no pudo evitar sonreír, antes de pasar una mano por su cabello rubio para echar un par de pelitos rebeldes hacia atrás.

—Yo quiero compartir que Martínez y Álvares no paran de molestarme —soltó el rubio, algo molesto—. Siento que la mayoría de los de aquí creen que porque uno es amable, ya quiere con ellos, y no podrían estar más equivocados.

—Ese es un buen tema para tocar —asintió el profesor César—. Muchos de ustedes están demasiado entretenidos con esto de las parejitas, claro ejemplo; Miler y Menaminez.

El profesor menciono a más alumnos, pero Gefry rápidamente desvió su mirada de Frank a la pared, pues se sintió algo apenado. A Frank no pudo importarle menos los comentarios de su maestro.

—Ahora, joven Miler, usted cuéntenos algo —pidió César, apuntándole.

—¿Cómo que? —cuestionó Frank, sin importarle tener todas las miradas encima.

—Lo que sea. Puede empezar con algo que le moleste —respondió el mayor.

—Su intento de clase —soltó Frank, como si nada.

Más de un alumno solto un «uh» y los miraron, esperando una reacción furiosa por parte del maestro. Gefry se dió una palmada en la frente, sin lograr entender cómo Frank no se pensaba las cosas unas diez mil veces antes de decirlas.

—Muy cómico, joven Miler —rió de mala gana, el profesor, antes de mirarlo con seriedad—. Mejor díganos qué persona logra sacarlo de sus casillas, tal vez alguien aquí pueda darle un buen consejo.

—La abuela de Gefry —respondió Frank, causando que el mencionado volviera a darse una palmada en la frente.

—¿Y porque? —preguntó César, tomando su guitarra, para empezar a afinarla.

—Es una vieja puta —dijo simple, acomodándose en su lugar.

—Nada de palabrotas en mi clase —aclaró el mayor, antes de ponerse de pie—. Quiero que todos nos pongamos de pie, sientan la hermosa musica clásica recorriendo sus cuerpos y cierren los ojos.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora