48. Los chicos malos van para el bote

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Jackson dirigió su vista a Gefry y Frank, quienes seguían en la torre de luz. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gritarle a su hermano que bajara de ahí antes de que ocurriera una tragedia.

—Tranquilo —le habló Tom, sabiendo que rondaba por la cabeza de Jackson—, Gefry ha sobrevivido dormido en una bañera, bañado en vómito. Seguro y no le pasará nada por estar viviendo una fantasía romántica.

—Es peligroso —soltó el menor, antes de encender otro pequeño proyectil de pirotecnia, que salió volando en dirección de los cables de luz.

La noche todavía era muy joven. No había señales de que Gefry y Frank quisieran bajar a tierra firme, tampoco de que Jackson y Tom tuvieran ganas de dejar de lado toda la pirotecnia que Frank tenía en su mochila.

Borbando seguía durmiendo plácidamente en la furgoneta, cobijado con su gabardina, y soñando que ganaba un concurso de canto y hacia una colaboración con Michael Jackson.

Todo apuntaba a que saldría bien, pero cierto sonido llegó desde lo lejos a perpetuar su paz.

—¿Escuchas eso? —le preguntó Tom a Jackson, tratando de prestar más atención a ese sonido que cada vez parecía más cercano.

—Suena a los bomberos —opinó Jackson, antes de lanzar otro proyectil.

—No, es más bien como una sirena de policías —corrigió el mayor, cuando el sonido se intensificó.

—Eso es raro —soltó Jackson, agachándose para tomar otro proyectil de la mochila—. Estamos algo lejos de la ciudad como para que haya policías aquí. ¿Será que patrullan también estas zonas?

—Lo dudo. Lo más seguro es que fueran alertados de alguna actividad extraña y vengan a ver qué pasa.

—Tiene sentido —sonrió Jackson, levantándose al tener otro proyectil en la mano. Prendió el encendedor con una completa calma en el rostro, y lo apagó de golpe, teniendo una expresión de alguien amenazado de muerte.

Dos segundos más fueron suficientes para que ambos reaccionarán y se dieran cuenta que estaban a nada de meterse en serios problemas.

Jackson cerró rápidamente la mochila de Frank y la aventó con fuerza hacia un montón de arbustos, haciendo que Frank, desde las alturas, soltara un triste «oh, mi mochila», mientras Tom corría a toda velocidad hacia la furgoneta.

—¡Lo siento, chicos! ¡No todos podemos ir a prisión! —exclamó Tom con un tono de arrepentimiento, al tiempo que abría la puerta del conductor y se acomodaba para arrancar.

Encendió el vehículo, y parecía que su fuga podría ser completada con éxito, pero la furgoneta solo avanzó dos metros antes detenerse. El tanque de gasolina estaba vacío.

Jackson corrió hacia la furgoneta, sin saber cómo Tom deseaba morirse por haberse acabado toda la gasolina recorriendo la ciudad.

—¡Rápido, Tom, avanza! —le pidió Jackson, al abrir la puerta del copiloto. Posteriormente se lanzó sobre Borbando, sofocandolo.

—¡No puedo! —aclaró Tom, pisando con extrema fuerza el acelerador.

—¡¿Que está pasando?! —chilló Borbando, aturdido por la manera brusca en la fue obligado a despertar, y aferrándose con fuerza a su gabardina, mientras Jackson estaba sentado sobre sus piernas.

Tom y Jackson guardaron silencio, sintiendo un enorme temor por la justicia, cuando se hicieron visibles las luces rojas y azules típicas de las patrullas. Estaban perdidos.

Siendo el personaje secundario de mi propia vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora