Sí había algo que podía alegrar a Gefry, era el ser consciente que apesar de lo mucho que se le dificultó salir a correr los primeros días, ahora podía hacerlo sin quejarse cada dos minutos.
Tom seguía superandolo por mucho, pero una pequeña parte de él lo animaba diciéndole que algún día podría tener el aguante físico de su amigo. De momento se conformaba con no sentir que iba a morir cuando corría un par de cuadras.
Ahora que tenían las mañanas libres, dejaron de correr en las tardes para hacerlo en las mañanas, lo que había ayudado a Gefry a despertar temprano todos los días sin falta.
Niño Perro era el único que se veía cansado cuando llegaron a esa pequeña plaza en la que Gefry se había quedado a comer un pan la primera vez que salió a ejercitar.
—Hay que tomar un descanso —propusó Tom, que apesar de tener toda la energía del mundo, le partía el corazón ver a Niño Perro echándose sobre el pasto.
—Podemos hacer zumba en lo que Niño Perro descansa —propuso Gefry en broma, apuntando a un grupo de señoras dándolo todo en medio de la plaza.
—No es mala idea —dijo Tom, encaminándose al grupo de mujeres.
Gefry quería seguir con su actividad física, pero sus inseguridades no le permitieron seguir a Tom, por lo que tomó asiento en la misma banca que meses atrás.
Le gustaba como las circunstancias habían cambiado tanto. Ya no se encontraba comiendo y sintiéndose culpable por hacerlo, ya no veía a las personas ejercitando mientras se sentía inútil por no poder hacer lo mismo, ahora estaba cuidando a su pequeño canino, después de haber corrido desde su casa a ahí sin tomar un solo descanso.
Veía a lo lejos como Tom había empezado a entablar conversación con alguna de las señoras, y parecía animarlas para que no dejarán de hacer lo que la instructora les indicaba.
Gefry se preguntaba si en algún momento podría tener el mismo nivel de confianza que su amigo, y aunque le sonaba demasiado irreal, imaginarlo no le costaba absolutamente nada.
Pasados unos minutos, Gefry creyó ver a Tom asiendo señas para que él fuera y lo acompañara, pero una figura al otro lado de la plaza captó toda su atención: Era Frank.
Rápidamente Gefry se puso de pie. No ocupo ordenarle a sus piernas que avanzarán cuando ya se encontraba a la mitad de su objetivo.
Frank iba vestido con un pantalón de pijama azul marino con carritos rojos y la camisa del uniforme, además de llevar unas sandalias que le quedaban en extremo grandes. A Gefry no le pudo parecer más linda la imagen de Frank.
El más bajo vió a Gefry acercarse, y solo pudo recordar la estupidez que hizo días atrás cuando lo vió en el centro comercial, y aunque su expresión no cambio para nada, sintió vergüenza.
—Mi mamá me dió tu nota —le dijo a Gefry, cuando lo tuvo al frente—, yo también te extraño.
Gefry creyó que sería un buen momento para preguntarle a su amigo el porqué había salido huyendo cuando lo vió ese día en el centro comercial, y Frank pudo darse cuenta de sus intenciones, por lo que empezó a caminar en dirección a una mujer que vendía pan, pero Gefry no estaba dispuesto a dejarlo ir otra vez, por lo que lo siguió.
—¿Pasa algo? —le preguntó a Frank, caminando a su lado, mientras este tenía la mirada fija en la señora vendiendo pan.
—Tengo que volver pronto a casa. Me traje las sandalias de mi papá y se va a enojar si se da cuenta que no están donde las dejo —contestó al instante, teniendo la vista clavada en su objetivo.
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Siendo el personaje secundario de mi propia vida
Teen FictionGefry Menaminez está pasando por la adolescencia, sintiéndose como un pedazo de cartón remojado. Se cree feo, gordo, faltó de carisma y los granos en su cara no lo ayudan a mejorar la situación. Él jamás ha logrado algo importante o conseguido algún...