-34. [ Bultitos ]

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Toqué mi ojo. No sentía nada. No estaba ahí. Se me había imposibilitado ver.

Porque irrumpí una de las reglas más importantes del bar.

No embarazarse.

Y mi tío había intentado matarme luego de enterarse.

Apreté mis labios.

Tenía miedo.

Estaba solo.

Con los hijos de Jungkook, solo en el mundo.

-Podemos solucionar esto, Tae. -Lucía arrepentido, mi puto culo. Mastodonte gilipollas.

¿Qué haría respecto a esto? ¿Acaso él me devolvería una parte de mí? ¿Acaso él sanaría esto? Remediar..., ¿él lo haría? Absolutamente no. Eso era un rotundo, definitivo y gracioso pulido no.

-N-no tengo ganas de hablar de esto -contesté severo, mirando la sábana y -por consiguiente- la conexión entre el cable y mi vena. Asqueado, traté de revisar que esto no se tratase de una mala broma. Mi orbe. Lo único bueno que tenía en mi persona era mi belleza física..., y ahora todo eso se veía arruinado por un ataque, un ataque de segundo a tercer grado. Por rencor, por instinto pasional. ¿Cómo conseguiría dinero? Nadie se acostaría con un tuerto. Dios..., y por un lado aquello era bueno. ¿Pero y por el otro? No contratas omegas si sus cuerpos son inútiles físicamente. Porque es lo único en lo que somos buenos, ¿verdad? Soy inútil en todo menos en el sexo.

Y..., ¿cómo se mantienen tres cachorros? ¿Cómo voy a mantener a tres niños? Tres preciosos bebés que nacerían en la cumbre de la pobreza. No. Esa no podía ser la vida que fuera a darles. No podía, no había forma.

Extrañaba a Kookie. Rayos que lo hacía.

Lo necesitaba.

Necesitaba a mi niño. Que me ayudara, con su infantil actuar y petulante entrada al mundo de los adultos. Lo necesitaba ya.

-Pues tienes qué. Pronto vendrá el fiscal y será mejor que lleguemos a un acuerdo antes de que terminemos en situaciones en las que no deseamos vernos inmiscuidos. -¿Cuál era mi punto? Dinero y libertad. Era lo único que necesitaba. Era lo único a lo que debía llegar. Porque esto, ¿cuán infranqueable podía llegar a ser? Inadmisible, insuperable. No podía simplemente voltear página. Era un trauma. Un trauma que a la larga se volvería obsceno y putrefacto como la muerte misma. Mi vida. Puesta en juego. Puesta en el ámbito de la corrupción inaudita. Y mi piel destartalada por la inconsecuencia de un hombre al límite irracional.

Sonreí agriamente-. Sólo sé que me sacaste un ojo luego de enterarte que tu sobrino estaba embarazado -hipócrita, apreté el cobertor. Pude haber oído el crujido de sus dientes. Y yo ya no pensaba. Estaba ensimismado en la memoria evocada, la correlación de los hechos. Tenía miedo. Estaba temblando de temor puro. ¿Qué sería de mí? Mi vida..., ¿cómo la sacaría adelante? Siempre viví bajo los propios efectos del cuidado externo. Y ahora..., ahora sería yo quien cuidara. Yo debería comprarle alimentos a tres semillas. Y debería bañarlos, vestirlos, limpiarlos. Maldita sea, ¿cómo se hace eso? ¡¿Cómo se le enseña a un niño a crecer para ser un adulto de bien!? Mi instinto paternal..., ¿dónde está cuando se le necesita? ¿Cómo hago para borrar el descompuesto sabor a desgracia en la punta de mi lengua?

No crecí en manos amables. No crecí en la afabilidad de un buen hogar. ¿Qué debía hacer exactamente?, ¿alguien podría explicármelo con peras y manzanas sin caer en la desesperanza engañosa de que estoy en el abismo más enorme de la galaxia? Sin caer en el trastornado rencor de saberme corazón chalado, ido de reacciones y carente de caricias. Tal vez yo sólo necesité un poco de amor antes de poder entregarlo adecuadamente. En respuesta a ello, las cosas habrían sido distintas entre Jungkook y yo. Habríamos, ¡tendríamos nuestro final feliz!

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora