003. [ Darte la espalda ]

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—¡Suéltame! —gritó el menor, lanzando patadas al aire y observando con disgusto a las personas que osaban a molestarlo. Los menores rieron con burla antes de que fuera atacado desprevenida y cruelmente. Los chillidos de sorpresa y risas no se hicieron esperar; su cuerpo palpitaba dolorosamente y el fiero dolor interno indicaba una posible costilla quebrada. El pasillo estaba lleno de mocosos con las hormonas alteradas y Jungkook parecía ser el único que mantenía nula presencia de feromonas, -como se dice coloquialmente- más calmado. Eso era bastante sencillo; Jungkook no era un alfa. Ni siquiera era un omega. Sólo un amargado y simplón beta. Alguien en la casta que no valía nada. Los omegas servían para ser buenas parejas y complacer sexualmente a su pareja, ¿pero los betas para qué servían? Únicamente para ser esclavizados a favor del más fuerte. Era un lame huevos, técnicamente. Y él no quería serlo. De hecho, él nunca se conoció por seguir los pedidos de los demás. Los respetaba, sí, pero hasta ahí. Se negaba a ser pisoteado y sabía el valor de su persona.

O eso creía.





Soltó sangre y nadie hizo nada por ayudarlo. Nadie. Absolutamente nadie. No sabía si para ese entonces dolía más el hecho de vomitar sangre o la herida que se habría en su corazón como símbolo de su pena. Nadie tenía empatía. Nadie ayudaba. Nadie nada.




Los maestros no se metían porque era la escuela de niños ricos más importante de la ciudad. No se arriesgarían a ser acusados por los apoderados y destituidos por las denuncias de los mismos. El director era un corrupto de primera y los conserjes sólo eran patéticos empleados que, de pedirles lamer tu bota, lo harían sin lugar a cuestiones. 

Jungkook odiaba eso. Odiaba la forma en que se vivía. Odiaba la forma tan absurda en la que vivía la mayor parte de la población mundial.




—¡Maldita sea, hijo de puta! —exclamó, devolviéndole con lo mejor que pudo, valiéndole poco si sus groserías se escuchaban hasta el municipio consiguiente. El pequeño nunca se conoció por ser precisamente bueno con su defensa personal y mucho menos buscando pleitos. Era la clase de chiquillo que cerraría los ojos y contaría hasta diez antes que cometer alguna idiotez. 

Y ahora eso no importaba; deseaba romperle la cara al idiota que estaba frente a él. Se sentía tan impotente, tan disgustado. ¿Por qué no podía defenderse? ¿Por qué dejaba que esa manga de superficiales lo lastimaran a tal punto, humillándolo de dicha manera? Siempre había tenido complejos. Siempre supo que su físico lo delataría, que se atrasó más que el común de sus compañeros. Ese mismo año todos sus amigos habían tenido su presentación, las mujeres incluidas. ¿Y él qué? Él seguía siendo el menudo chico que tenía sonrisa de conejo y derrochaba dulzura cuando dormía. Miraba todo con apreciación y susto, eso lo llenaba más de miel. Pero no tenía físico de alfa, ni aroma, ni nada. No atraía a nadie de esa forma. Tenía doce años y todavía no mostraba indicios de pubertad, todavía no hacía enloquecer a alguna omega de su curso..., en realidad nadie se sentía atraída/o por él. Lo entendía pero, ¿cuál era la ridícula necesidad de burlarse de eso? Él quería encajar, por una mierda. Realmente quería vivir una vida normal a pesar de no tener la capacidad para corresponde los deseos ajenos.

Él sólo era él. Comenzaba a creer que incluso ser omega era más satisfactorio que ser el punto de arquería en su colegio. 



Por otro lado, Jungkook arreglaría esos asuntos tarde o temprano. Su paciencia se agotaba. No tenía un orgullo de cristal y tampoco le daría el gusto a esos imbéciles. Tantos malditos años burlándose de él. Siempre era lo mismo. Siempre metiéndose en problemas por culpa de los demás y su estúpida necesidad de pelear con todo lo que se moviera, como si realmente fueran animales sin raciocinio.

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora