- 027. [ Es frío ]

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Miré a Tae, que dormía profundamente. Bramé una maldición antes de levantarme, empezando por mi ropa interior hasta finalizar con mi bufanda.





—Ya te lo he dicho, Kookie. Si no quieres tener problemas es mejor que-



¡Que la jodan, puta mierda!



—Soy alfa —interrumpí con éxtasis, con rabia contenida—. Oficialmente soy un alfa, madre. Ayer a eso de las doce de la noche tuve mi primer celo y me gustaría mostrártelo estando de vuelta a casa. En seguida voy, ¿vale? —recité tratando de mantener la calma. Necesitaba tiempo. Necesitaba persuadirla. Porque no estaba seguro de tener los huevos para robarme a Tae y sacarlo en contra de su voluntad. No cuando tendríamos al mundo encima..., no cuando nuestras opciones podrían irse a la mismísima mierda.




Se oyó silencio rotundo a través de la línea y lo siguiente que se escuchó fue un grito de alivio.



—¿¡Qué!? ¡Pero, hijo, eso es muy bueno! Y-yo, no sé qué decir. ¡Hemos estado esperando tanto para esto y por fin! Dios mío, llamaré a tu padre para avisarle. Sabía que esto ocurriría, que llegaría el día y dejarías un legado significativo. Hijo, te tenía tanta fe —sollozó dramáticamente. Sonreí falsamente y me despedí antes de colgar. Vieja manipuladora.




—¿Ya te vas?




Miré al mayor. Miré sus ojos asustados, su frazada cubriendo el cuerpo que me había dado el tiempo de conocer al derecho y al revés... Sus labios hinchados y sus ojos más tranquilos de tanto alboroto. Su pelo..., su suave y sedoso cabello. Su piel brillante por el sudor. La saliva seca y las marcas de caninos.





—¿Quieres que me quede? —lascivo, lo repasé de arriba abajo. Pareció inferir mi mala intención, ya que se sonrojó y trató de taparse más. Cabizbajo, jugó con sus dedos. Sonreí, recordando cómo esos mismos dedos me rasguñaron la espalda..., me tomaron por los hombros, me tiraron del pelo y me acariciaron hasta hacerme venir. ¿Y cómo olvidar la forma en que hundió sus dedos en él, tocando su punto dulce mientras me observaba con obscenidad? 






—No, en lo absoluto —replicó serio, o al menos fingiendo serlo—. De hecho, justamente de eso quería hablarte —y buscó su ropa con la mirada. Suspiré cuando vi su torpeza al enrollarse la sábana. ¿Para qué se tapaba lo que yo obviamente ya había visto? Con esa idea en mente, me acerqué a sus prendas y se las entregué luego de pescarlas—. No me parece correcto lo que tuvimos, y me parece que lo mejor es hablar ahora cuando ya estás más calmado..., centrado de tus instintos —con algo de indiferencia me señaló, como señalando al causante de todo este ajetreo y el que, por ende, cargaba con la culpa. Mi problema era que no me sentía merecedor de nada. Lo hice porque quería; no hay mayor explicación que esa—. Así que tendré que pedirte que te retires y..., ¡no lo sé! —desesperado, tiró de su pelo—, ¡dejar que pasen un par de semanas hasta que calmes a la bestia que te tocó por lobo! —gruñó, terminando de colocarse la polera y continuando con los bóxer. Hice una mueca de burlonería pero no dije nada— Quiero mentalizarme de lo que sea que ocurrió y que sé no volverá a ocurrir, porque es incorrecto —señaló por décimo-quinta vez.





Sonreí amargamente. De verdad lo había detestado, tanto como para hacer mención a ello un momento tras otro.





—Así que realmente te arrepientes de lo que hicimos —lo miré fijamente, esperando su contestación. Pero nada. Él sólo se encogió y miró a otro lado como si se avergonzase de tener que pensar en la respuesta—. Me iré —concluí tranquilamente, pero proseguí a acercarme donde se encontraba—. Sin embargo, quiero escucharte decir qué te pareció. ¿De verdad es tan equívoco? ¿Fue erróneo, un paso en falso? Por favor, espero que me ilumines —susurré tratando de contener el odio, quitándole la tela hasta dejarlo al desnudo. No me sorprendió ver la tremenda erección que tenía entre los muslos.





La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora