—Él no es Jungkook —repetí internamente. No lo era. Jungkook no estaba, ¡no lo estaba! ¡¿Por qué debía complicarlo todo?!—, no tiene catorce años. No tiene un cuerpo escuálido y tampoco es una figura inofensiva, no el inocuo beta que asumí conocer. No es el amante de lo preventivo y menos un trastornado piromaníaco —sonreí con amargura. No era él. Y, a pesar de eso, lo seguía anhelando. Lo extrañaba. Extrañaba a mi alfa.
No, no era que extrañara a mi alfa..., sólo extrañaba el que Jungkook me conociera. Era todo. Él seguía ahí, sólo sus ideales habían cambiado, ¿no? Nada más. Si me recordara..., tal vez sería distinto. Me querría y seguiría siendo el mocoso tierno que acostumbraba a mostrar. O, en el peor de los casos, podría ser que este Jungkook fuera la verdadera imagen de lo que siempre pensó. Tal vez sólo se adecuó a replantear la concepción de lo que le gustaba, de lo que quería que yo viera. No sonaba loco y mucho menos estúpido. En realidad, tenía bastante sentido. Más sentido del que últimamente encontraba a mi alrededor.
—Lo arruiné..., y-yo sólo lo arruiné —contemplé, envolviendo mis dedos en el borde de la mesa.
Estaba siendo infantil.
Y estúpido.
Sólo deseaba buscar una razón para alejarme permanentemente de Jungkook, ¿verdad?
—Tiene que doblar en la esquina y esperar alrededor hasta que el joven Yoongi se retire de su despacho —la mujercita tras el mostrador me sonrió con afabilidad. Asentí, correspondiéndole y prosiguiendo en mi camino. Tiré nerviosamente de mi pequeña lonchera. Se me había olvidado entregarle el Bento japonés a Jungkook. Probablemente estuviera muriendo de hambre. Sólo agradecía que la linda señorita de recepción me dejara pasar sin cuestionar más allá de lo que le explicaba. Aquí la gente era excesivamente confianzuda, ¿no? Aunque era de esperar, ya que la entrada era lo suficientemente segura como para que no cualquiera la cruzase. Después de todo, se hablaba con precisión de un bufete para Fiscalía y Abogacía.
—Espero que le guste la ballena que le hice hoy —musité, vigilando que mi almuerzo de un adorable onigiri con ojos de aceituna no se balanceara demasiado. La primera vez que le habría de preparar su alimento sustancial en el trabajo, me dediqué en exceso a hacerle un conejo de agradable apariencia. Un conejito, como él. Y el día siguiente fue un ratoncito. Y el tercero, un koala. Y así, continuamente hasta que él se acostumbró a que le hiciese de comer y yo me acostumbrase a revisar vídeos de platillos decorativos antes de ir a dormir.
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La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)
FanfictionAdaptación de @ew_dams Es realmente hermoso ✧◝(⁰▿⁰)◜✧ Jeon Jung Kook tiene doce años cuando conoce a Kim Taehyung, que a su vez cuenta con diecisiete. Las circunstancias en las que se relacionan no son favorables. Jeongguk se encuentra en la penit...