57 . [ No habrá vida ]

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-¡K-kook! -gimoteé, tirando gentilmente de su pelo. Él sonrió ladino, sus indecorosos ojos en fúnebre ardor haciéndose notar.



-¿Mmmh, omega? ¿Algo que decir antes de chuparte la polla? -intervino, más tranquilo de lo que hubiese esperado. El visillo de saliva dio un camino desde mi vientre enrojecido hasta su boca. El surco de estrías decaían a cada bajada..., y a él no parecía importarle en lo más mínimo. Mis ranuras, mis desastres, mis cortes superiores..., a él no le interesaba un carajo. No me estaba juzgando, ni se estaba atormentando por recordar que su omega había sido preñado. Aunque..., sólo yo era capaz de comprender la profundidad de nuestro pasado. Él no lo entendía..., y aún así, no estaba reprochándose el tratar de meterse con un hombre como yo. Eso, por alguna extraña razón, me hacía sentir cómodo. Muy feliz, también. Seguíamos siendo los mismos después de todo.



Tapé mi rostro, rojo hasta las orejas-. N-no -y justo, ¡justo cuando iba a actuar!..., cuando todo se iba a dar por empezado en una fantasía real; acabó dándose por terminado. Finalizado en un: ''desperté''. Un estúpido sueño. Había sido un sueño de muy mal gusto. Toqué mi cara, procurando estar lúcido y sin dejar de respirar agitado. Sudoroso, todo era jodidamente sudoroso- Un sueño -bisbiseé entrecortado, asqueado de mi ilusión y asqueado también del estado actual de mi polera. Estaba húmeda, tan húmeda que se pegaba a mi piel. Bufé por lo bajo, mirando de reojo a Kookie, que dormía boca abajo y sin el plumón encima. Muy ajeno a los problemas del universo y ensimismado a su siesta. ¿Qué estaría codiciando en sus mejores sueños?



Me fijé en su cuerpo..., en sus pantalones apretados y su polar. Observé cuidadosamente su trasero, inspeccionando lo abultado que permanecían sus glúteos. Eso..., ¿lo habría ganado con deporte? Aunque..., ¿qué clase de deporte? De cualquier forma, Jungkook siempre había sido de los que gustaban de moverse mucho. Y probablemente fuera fácil (también) el que ganase musculatura; demostración de aquello eran esos dos panes que adornaban su parte trasera. Sus muslos se notaban igual de rellenos, muy duros incluso para estar descansando tan apaciblemente.



Sonrojado de estar pensando idioteces, traté de levantarme. Fallé en cuanto noté que sus delgados dedos estaban acurrucados en el contorno de mi vientre, por debajo de la remera. Suspiré bobamente, examinando el monto de casetes que se desparramaban por sobre la ancha cama. Incluso Jung podría usar esta clase de cosas tan viejas y nostálgicas, ¿eh? Apostaba a que los trillizos amarían tener cintas en las que estuvieran grabados sus episodios favoritos de Dragon Ball.

Sonreí de sólo pensarlo. Un hábito transmitido inconscientemente a su generación. De tal palo, tal astilla.

Me preguntaba si él también haría cualquier cosa para ir a una de esas convenciones de Anime..., como las veces que nuestros cachorros solían preguntármelo acompañados de muchos ojitos de borrego.

Nuevamente me enfoqué en el menor, pensando en alguna solución para salir sin que gruñera. Su lobo se daría cuenta de mi ausencia en cuanto dejara de transpirar mi aroma. Rendido a quedarme así un buen rato, lo admiré.

Cuánto..., ¿cuánto desearía un alfa estar con Kookie? Era increíblemente bonito. Y aún teniendo veinte años lucía igual de bebé que siempre. Cualquier hombre o mujer alfa desearía corromperlo. Sería un buen partido para una persona mayor: de buenos valores y amoroso. Alguien que tuviera prestigio..., de treinta a cuarenta años. Con la clase de padres que tenía mi Kookie, no dudaba que lo vendieran a la primera pasada. Enrollé mis dedos con la almohada, triste y sin dejar de apreciar sus bellas muecas. Él sería un excelente dueño de casa. Tenía una buena moral antes del accidente y aunque fingiera indiferencia justo ahora, sabía que en el fondo guardaba muy buenos sentimientos por cualquiera que lo tratase amablemente. Él era casi como un omega. Las únicas veces que demostró ser lo que realmente era..., aquello fue en su celo; conmigo. Esa parte tan aborrecible de un alfa, yo tuve la suerte de tenerla en mi mano. Y no me sentía mal por eso. Al contrario, lo amaba. Amaba su dominancia..., y amaba que volviera a la normalidad cuando veía que algo iba mal conmigo. Era una respetuosa relación de dar y recibir, de simular y de contrarrestar.

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora