55[ Gracias por la memoria ]

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-Gracias por esto, Namjoon -abracé fuertemente al hombre y dejé que se apoyara contra mi cuello, inhalando acompañado de larga profundidad mientras una ola de escalofríos me traspasaba Suspiramos al mismo tiempo. Eso era para reponer las energías que íbamos a gastar estando alejados. Él por tener mucho trabajo y yo por estar en tregua con los pequeñajos. Tal vez trabajar como loco serviría de algo. Las flores no iban a escaparse por sí solas.



-No es nada, Tae. No lo agradezcas.



Miré a Seokkie luego de nuestro interminable abrazo. Me examinaba con ojos llorosos. Sonreí antes de palpar su cabecita. Buen chico. Él era un alfa muy considerado y sensible. Esperaba que siguiera siendo así hasta adulto. Que no cambiase como había tenido la oportunidad de hacer Kookie. Cuando volviera, sólo esperaba ser perdonado y que todo siguiera su rumbo habitual. Tal vez me había equivocado y mucho..., ¿pero era necesario este escarmiento tan de mal gusto? Como fuera, lo pasaría y regresaríamos a la normalidad.



-Diviértete con tus hermanos, cielo. Cuida bien de appa.



Y me fui.



Tras varios saludos de mano, me devolví. Sin maletas, ni bebés gritándome al oído, tampoco olores agridulces. No habían alfas a mi espalda, defendiéndome.



Ah, qué nostálgico.



Esa misma tarde tuve que ir a mi sesión mensual con el sexólogo (que además ejercía medicina en coloproctología y urología). Siempre iba, al menos dos veces al mes. Era casi como un médico de cabecera, el más necesario al menos para mi problemática sexualidad promiscua. Incluso habiendo superado la necesidad de sexo desmedido, seguía teniendo impulsos llevados y decodificados por mi omega. No era yo el animal irracional que iba en busca de algo tan banal como un pene en el trasero; lo era mi traumado omega. Mi mente seguía siendo una tortuosa maraña de confusiones. Mis pesadillas seguían basándose en lo mismo y el hecho de que siguiera más solo que una pluma, daba argumentos más sólidos a lo dañino que podía resultar mi diario vivir como siguiera frustrado sexualmente. Un omega de más de veinte años sin ser reclamado..., era algo vergonzoso para la sociedad. Y vergonzoso para el depresivo de mi omega. Sólo esperaba que las consultas valieran la pena. Comenzaba a rendirme cada que no veía cambios.

¡Y es que me esforzaba! Trataba de no pensar en nada negativo..., y trataba de dejar de lado aquellos miedos ridículos por alfas que nunca estaban ahí y que nunca lo volverían a estar. Pero no frenaba, no paraba. Mi paranoia me había llevado a sentir, escuchar, olfatear, lo que no estaba ahí. Y aunque era consciente de cuán forzoso, irreal, ilusorio, era todo..., no podía detenerme. No podía detener todo con justa medida y no podía arreglar las cosas como si de un juego de perder e iniciar se tratase. No era fácil. Nunca ha sido fácil cambiar. Sobre todo para alguien que creció con ese pensamiento de mierda, con ese miedo latente; con esos años de inutilidad encima. Mi historial prostitucional..., eso nadie lo cambiaría. Y era lo que más me dolía. Lo que más aborrecía era ser consciente de lo que dentro de aquellas cuatro paredes hubo de ocurrir. Todo, todo seguía igual de detallado que la primera vez. Lo podía revivir como si apenas hubiese ocurrido ayer.

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora