005. [ Happen ending ]

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—No es como si les importe. ¿Los has visto? Ni siquiera me prestaron atención —replicó, aspirando el gélido aire de la noche—. Por mí, que tus amigos maten a esos gilipollas —musitó silenciosamente; un tono aunado en rencor atascándose en la punta de su lengua. Quise reir por la honestidad, pero su fragancia debió indicarme que mejor callara, porque no actué—. Además, si voy con ellos, dirán que todo es mi culpa, como siempre —añadió fríamente, sacando su mochila y buscando quizá qué cosa dentro de ella.



De repente lo vi destapar una botella de Cherry Brandy con brusquedad y agilidad impresionantes. Silbé cuando, en un arrebato, se la tomó hasta llegar al seco; notando su recatado tambaleo y sus pupilas contraídas dichosamente. Conocía mejor que nadie la satisfacción que podía provocar un buen trago en situaciones de palpable estrés. Cada vez que debía acostarme con clientela indeseable; con determinados y peculiares gustos entre medio de ellos, prefería ahogarme en la llama del alcohol antes que verme consciente del toque ajeno—. ¿Qué?, ¿también quieres? Creí que a las zorras les gustaba recordar sus experiencias sexuales —murmuró brusco, ahora más pesado y también lúcido de su alrededor Me sentí extrañamente ofendido y a nada de estremecer, lo inspeccioné. ¿A qué venía eso? En primer lugar, ¿por qué me miraba con semejante confianza?




—Algunos lo hacen por trabajo —mascullé a la defensiva. No era mi caso, pero me gustaba aclararlo.

Por las dudas.

—¿Hacerlo por trabajo? Ajá, no lo creo. Allá adentro fuiste muy caprichoso con el dueño —avisó burlesco, traspasándome con sus fugaces orbes. Temblé.

Qué observador.

Lanzó un largo suspiro antes de caer sentado en el pavimento, mirando las calles con cautelosa intención. Llenas de vendedores ambulantes y borrachines fuera de las cantinas; no faltaban las acompañantes seduciendo a través del tráfico y los que se ganaban la vida a base de trucos baratos. Hoy día la noche se notaba igual de prendida que otras veces... Habían incluso adolescentes que recorrían los parques principales y se sentaban a cantar serenatas o a pasar el rato ahondados en risas y drogas, sin fijarse más allá del presente y mostrándose indiferentes al desastre del futuro. Atentaban personas follando a mitad de la vereda, ¡como si fuera el fin del mundo! Y estaba seguro de haber visto uno que otro vagabundo dormir en medio de la nada, apenas tapados por pedazos de cartón y en solemne fidelidad de sus perros, únicos y verdaderos acompañantes en su sendero rotundo de supervivencia humana. La escoria de la sociedad se unía todos los días, en este preciso lugar, para hacernos recordar lo sucio que llegaba a ser el Paralelo Límite y lo manchado que estaban nuestros destinos. Todo tan despiadado, tan descarado y frustrante que haría a más de un ricachón apreciar su pestilente existencia.




Lo sucio que se tornaba el peor escenario social en el mundo, aquí.




Hice una mueca. Muy mal panorama para un niño—. ¿Cuántos años tienes? —pregunté tratando de cambiar el tema, mis intensas ganas de acariciarlo y calmarlo rotando toda mi amena mentalidad.

—¿Importa? —interrogó alzando una ceja. Y de alguna forma su actitud me recordó un poco a la de Chen. Me quedé mirándolo por largos y largos segundos; al final debió cansarse de mi mirada sobre él, porque suspiró dramáticamente antes de continuar hablando— Doce, tengo doce —replicó, tirando de sus comisuras agraciadamente y repasando su mano por su melena, dejándola remontar hacia atrás. Ese mínimo acto también me hizo recordar a Chen. Sonreí un poco antes de que mi cara cambiara de forma brusca, consciente de su resolución.


La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora