- 030. [ Calypso ]

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¿Algún día seré un futbolista cool como tú, Jinnie-hyung?

Acaricié su cabeza, con el orgullo a flor de piel—. Claro que sí, Yugyeom. Te prometo que así será.

¡¿Y también brillaré en las artes marciales, verdad, hyung? ¡¿Verdad que sí?! ¡Daré patadas al aire y saltaré como lo haces tú cuando estás en extremo feliz!

Sonreí en dirección a mi hermano menor, y di un asentimiento absoluto. Te prometo que así será, ángel.

Y le prometí al cielo que nadie cambiaría eso. Que aquello se cumpliría, que se daría por sentado y jurado.

Qué gracioso.

Porque siempre, siempre hemos prometido en vano; los humanos seguimos siendo defectuosos. Seguimos jurando sin tener conocimiento de lo que el futuro de verdad nos deparará. Y el destino no nos ayuda mucho respecto a ello.

Rasguñé mis ojos, notoriamente cansado luego del pesado sueño que había tenido. Un escalofrío me recorrió. Recordé su sonrisa, el interesante lunar colado a un lado de su ojo derecho, su suave cabello de bebé y la tersura de su mentón. Memoricé cada cosa. Cada facción, cada sonrisa. Y también evoqué el día que me llamó; en que me habló con el miedo aplastado y muerto al borde de la garganta: demonio, enfermo, asesino. Y, lastimosamente, desgraciadamente, yo jamás podría contrariar eso. Ni siquiera segundos a minutos de la inminente muerte.

Mi pecado jamás ha sido el ser corrompido. Mi plan siempre fue el de trancar la vida de los demás.

¿Inocentemente? No; intencionadamente.

Es por eso que mis perversidades nunca me permitirían ser feliz.

—He oído muchas cosas de él en el último tiempo. ¡Casi más de treinta años y todavía no consigue un omega! Pese a su belleza..., agh, ¡qué envidia que se vaya a casar con un virgen bueno para nada! —susurró Mark, haciendo puchero mientras pasaba sus brazos por sobre mis hombros. Miré discretamente la mesa en la que estaba Namjoon con sus socios de trabajo; el primero mirándome con el ceño fruncido. ¿Qué miras, gilipollas?

Sólo cambió su accionar (miserablemente poco) cuando nuestros ojos chocaron, sus cejas destensando la postura y enarcándose ligeramente. Sonreí inconscientemente—. Ese cabrón que tiene suerte —musitó. Y esta vez miré a Jihoon, enfocándome en la suerte y prosperidad que había tocado a la puerta de su hogar. Descansaba de los más campante en las piernas del alfa. Sonreía como perro faldero y asentía a cada pregunta que estuvieran haciéndole. El problema estaba en que, por la notoria erección de Nam, era claro deducir que se estaba restregando a propiedad, a conciencia. Qué caliente, chicos. Pero las habitaciones están continuas a sus ganas de follar. ¿Pretenderán grabar el vídeo porno en público o moverán el jodido culo a un cuarto?

Y consiguiente a ello, me fui. Más específicamente al vestíbulo.

Da igual. A ti que te dé lo mismo, Seokjin. No eres nadie importante de todas formas.

—Mi vientre..., ya no sé qué hacer para ocultarlo. —Sonreí al escuchar aquello. Notar la pequeña pancita de Tae era como la suerte de uno en un millón. Jamás dejaba que lo toquetearan demasiado. Su mecanismo a menudo le impedía que lo manosearan, sobre todo en esa sensible parte. Quizá su omega prefería inconscientemente al tacto de su alfa. El problema es que su alfa no estaba aquí. Y dudaba que volviese pronto.

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora