- 19 [Normatividad]

54 9 0
                                    







Brazos marcados. Venas saltantes. Un rostro suave y joven para un chico que pasa su tiempo más metido en los gimnasios que para con sus amigos. Sus cejas, tupidas, se enarcan ante cualquier duda y burla. Inquisitivo, siempre leyendo algo. Su abdomen es envidiable y su ombligo apenas notable. ¿Y qué decir de sus clavículas? Se marcan tanto que te preguntarías en qué momento van a salir. Su mentón es una delicadeza firme y su nariz una maldición apetecible. Porque se ve atractivo. Aquellos defectos aparcados lo hacen condenadamente bonito y deseable. No se trata del chico promedio. Él es más. Su estatura, sus piernas estilizadas y apretadas lo demuestran. Su trasero marcado, su espalda ceñida dulcemente pero nunca más destacada que la mía. Y los piercing's que caen graciosamente en cadena, desde la punta de su oreja hasta el cartílago. Donde hay expansiones menores, donde podría tatuarse una que otra letra significativa. Su pelo sudoroso, constantemente cortado a modo de flequillo. Y cuando no se peina, se va automáticamente hacia atrás. No desordenado, pero sí dándole un aire como a universitario.

Sus labios malditamente llamativos. Delgados pero carmesí. Tanto que nadie creería que se trata de su color original y no de labial barato. Pómulos planos. Ojos grandes, enigmáticos y tajantes. Pero blandos cuando se lo proponen. Blandos conmigo. O con su familia. Y su familia somos nosotros. Por lo que es fácil decir que es un encanto en todo el sentido de la palabra. De complexión delgada, trabajada y alta. Un encanto de niño. Siempre. Desde que era un mocoso hasta que comenzó a convertirse en un hombre. Un hombre deseado. Recatado, que calificaba perfectamente en la lista de los más atractivos. Incluso si su celo no se presentaba continuamente. Incluso si todavía no era tachado como alfa generalizado..., ahí iba. Luciendo belleza despampanante. Naciendo con el don de la sensualidad. Caminando tranquilamente, remarcando sus virtudes y dejando de lado los defectos. Sonriendo, frunciendo el ceño. En fin, destacando siempre.

Haciendo que, todavía la propia familia, lo desease.

Porque él, ciertamente, volvería loco a quien quisiera. A quien tragase y afanase, sin importar quien; lo provocaría al punto de hacerlo delirar bajo sus encantos infantiles.

—Jungkook..., cada vez viene menos —recapacité en la sala de descanso. Jimin dejó de pintarle las uñas a Xiumin para mirarme disgustado.

—Sé que eso te pone triste pero debes entenderlo. Es un adolescente, pronto un adulto y probablemente su vida sea distinta a lo que conlleva estar con gente de nuestro tipo —señaló entre regaño.

No quería aceptarlo.

Pero así era.

¿Muy egoísta decirlo?

—¡Concuerdo totalmente! Tendrá veinte años y sólo se preocupará de ir en cama a cama, buscando a una linda omega que lo complazca sexual y amorosamente —sonrió Bambam con picardía, metiéndose en algo que directamente no le correspondió. Todos hicieron burlonería y apoyaron la idea, orgullosos de que Jungkook se convirtiese en un niño grande. Todos menos yo, que apreté la quijada y sonreí más por obligación que por verdadera sazón.

Niño grande mis pelotas.

Me paré golpeando la mesa. ¿Estaría de mas decirlo? Sí, claro. Sobre mi puto cadáver.

Todos me observaron, aburridos antes de continuar en sus respectivas cosas. ¿Es que nadie iba a tomar en serio mi obvia cara de enojo?

—¡Jungkook no es esa clase de chico! —defendí fielmente, haciendo berrinche desde donde me encontrase— ¡Él prometió llegar virgen al matrimonio! —reconocí con vanidad, petulante. Porque Jungkook me lo había mencionado una vez. Que amaría llegar puro a su casamiento. ¡Así que si me lo decía era porque lo cumpliría, porque era verdad y punto final! Nadie tenía derecho a contrariar eso más que el mismo Jeon. Y el que los demás dieran por hecho, otras cosas, era decepcionante y me hacía enfadar. Nadie lo conocía mejor que yo. ¡Nadie lo entendería más que yo mismo!

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora