-028. [Se marchó. Y yo era suyo]

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El sexo debería tomarse como una medida desesperada de despedida.

Porque después de eso, Jungkook nunca regresó.

Hubo una vez, un joven enamorado de un adolescente. Cuando se confesó, el niño no lo entendió. Pero el joven tampoco buscó que sus plegarias fueran escuchadas, porque estaba seguro de que le bastaría con esperar hasta que su dongssaeng creciera, hasta que lo correspondiera si así lo deseaba o lo rechazara si así su corazón lo indicaba. Porque sus ''te amo'' eran verdaderos, eternos; más que cualquier teoría universal, más que cualquier verdad científica. Y no buscaba más que la felicidad, la plenitud con el niño de los ojos azules.

El problema se engrandeció cuando el niño creció..., y no lo recordó. Ni sus ''me gusta'', ni sus ''te quiero''. No les tomó peso porque no tuvo la mente para recordar..., o no quiso recordarlo por miedo. Entonces se casó con una dulce chica de la clase alta. Y el adolescente, que ahora era un adulto, un hombre hecho y derecho, lo aceptó sin más ni menos. Sonriendo, fue a su boda. Aplaudiendo, fue al baby-shower. Felicitando, murió.

Y el día que murió, sólo ahí, en ese instante, el niño entendió que su hyung nunca había dejado de amarlo. Que esos ''te amo'', durante su infancia, nunca fueron más que la maldita verdad. Incluso muerto, cadavérico, lo había perdonado por olvidar sus sentimientos y no aclararle lo que pensaba respecto a ellos.

Los desechó.

Porque los niños buscan entender sólo lo que quieren entender. En su inocencia y crueldad desentendida.

Y los enamorados empedernidos debemos callar en luto.

—¿Jinnie? ¿P-por qué están todos llorando? —pregunté al momento de cruzar el pasillo, asustado de ver a todos mis compañeros como en presencia de un funeral.

Jungkook se fue a Estados Unidos, Tae. Nos avisó por llamada-

Mi mandíbula se desencajó y mi bolso terminó en el piso. Un frío arrasador me traspasó los huesos y mis labios tiritaron, paralizados de miedo.

¿Q-qué?

—Lo que escuchas, princesa —masculló Minhyuk, buscando pleito como siempre. Pero yo no se lo daría. ¿Qué haría con esta información? Sólo asentí antes de salir del antro. Hasta correr.

Corrí.

Como nunca en mi vida. Como nunca en la puta vida. Con el grito de la suplente, con los silbidos obscenos rebotando en mis piernas. Gastando dinero para llegar al fin del mundo. Revelando el paisaje de la naturaleza envuelto abruptamente por ausencia. Fui a por su maldita casa, a por su existencia. A por su olor y a por el niño que me había tomado en propiedad días antes. Mis cicatrices picaban y mis ojos yacían en sufrimiento recolector. Las aves cantaban fuera de los árboles, vadeando los copos de nieve, flaqueando ante los granizos caídos del cielo. Cielo cuya única apreciación era el gris contemporáneo, surcando mares, montañas, ciudades. Y yo sin él. Yo sin Jeon.

Y si quieren saber si lo pillé, pues no. No hallé rastro suyo. Sólo su olor a lo lejos.

La casa estaba en venta. Todo estaba vacío. No había más.

Me deslicé en los alrededores..., y lloré profundamente. Exclamé mierda inentendible y finalmente enterré mis manos en el pasto húmedo. Esa noche fue la primera en enfermarme de amor. Y antes de ello le conté mi vivencia a la Luna. Y creo que la conmoví, porque esa misma madrugada ella no se dio por aludida, ella no apareció ante la melodía de los lobos.

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora