37 [ Gesu no Kiwami ]

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No me arrepentí pese a que un espasmo me haya atravesado. A lo más sentí mis piernas entumecerse. Mi omega gritaba adolorido, aullándome que defendiese mi posición como padre. Y yo lo haría. Temblando cual gallina, pero lo haría. No lo escucharía una otra maldita vez. Joder que no.



-¡No! ¡¿Qué estás diciendo, gilipollas?! Mis hijos no, cabrón; ¿oíste? A mis hijos no los tocarás. Ellos son míos -lo tomé del cuello de su camiseta, hecho una furia, revolcándome en mi propia mierda-. Son mi familia y, te juro que si les llegar a tocar un puto pelo, te mataré. Desearás estar muerto para entonces y créeme cuando te digo que haré cosas peores de las que has hecho tú conmigo -susurré desatornillado, tiritando cual niño pequeño. Me levanté del lugar y empujé su corbata devuelta a su lugar, viéndolo cerrar los ojos con gracia y fruncir la boca divertido. Estaba jugando conmigo, lo sabía. Pero el sólo pensar..., el sólo imaginar a mis bebés sufriendo. No, mierda. Eso era imposible. Nadie le haría nada a mis hijos; porque eso conllevaría a que mi demencia cruzara lo normal.



Ahora no era sólo yo.



No era sólo mi vivencia.



Estaban las de ellos. Las de mis manchitas, mis pelusas.



-Sabes que sólo juego, TaeTae.



Negué, acercándome a la puerta-. Que te jodan.



-Los espero la próxima semana en mi casa. Mándale saludo a los niños; y también al supuesto alfa que te mantiene como perra de intercambio.



Le mostré el dedo de en medio antes de cerrar con un portazo amedrentado.



No. Mis hijos no. Aunque fuera una fantasía manteniéndose en su puerca mente..., yo haría que él ni siquiera desease pensar en ello.





Antes de regresar a casa pasé a la casona que compartíamos Xiumin, Jimin y yo. Ambos estaban trabajando por lo que mi decepción no fue mayor al no verlos. Sólo aseé un poco antes de acomodarme en el sofá, donde empecé a contar cada billete. Cada won, cada oportunidad, cada elección antes de salir corriendo de aquí. Un plan que me había tomado muchísimo tiempo y que todavía iba en marcha. Debía llevarlo a cabo. Era una gran opción, ¿no era así? Lo era. Lo había ordenado. Los posibles factores y consecuencias. Las recomendaciones y efectos. Todo lo que me haría sentir como me equivocara, como diera un jodido mal paso.

Porque los años sólo sirvieron para alentar a mi deseo desmedido de verlo de nuevo. Agazapado a la fiel creencia de que esto se trataba nada más que de un tiempo fuera, un round dispuesto a dar todo de sí en la segunda lanzada. Mi segundo intento, el que no flaquearía. El que no desmoronaría como hizo hace años atrás.

-No lo entiendo..., he estado guardando todo el año y aún así -guardé silencio, pensando con labios inquietos-. Debo viajar, debo ir por él para explicarle esta circunstancia. No puedes joderme ahora -acusé, tirando el dinero a la caja. Palmeé mi rostro con rabia. ¿Por qué? ¿Qué había hecho mal?

La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora