—¿Hyung...
Habían muchas posiciones en las que Jin podía caer redondito. Una de ellas sería, en ejemplo, que su hermano se hallase frente a él. Su mismísimo hermano. El diablo, el demonio que le había dado la espalda. Aunque, claro; a estas alturas de la vida el otro Kim mayor no podría siquiera recriminarlo. ¿Para qué o con qué fin? Después de todo, si Yugyeom fuera considerado el demonio, él sería el maldito monstruo. La bestia incrustada en sanguinaria pasión, despiadadamente injusto y sin una pizca de bondad. Jin, quizá, debiera dejar de fingir algo que no era. Algo que no era y que su pequeño debería entender mejor que nadie.
No obstante, no era tiempo de redimirse. No era momento de expiarse de sus pecados.
Porque y, más importante, ¿ese hombre de porte altivo era Jungkook?
Desalentado, en el desentendimiento mismo del paraíso-infierno, recobró en la desconfianza de que su precioso pequeño no pudiera estar ahí. No realmente ahí. No como una cruel burla del destino. Y no de esta forma. No cuando todo lo que amaba estaba tendiendo, yaciendo en el desnivelado mundo del bien y mal. Entre la brecha de los dos mundos, la realidad y la ficción. Aquí, odiosamente, se cumplía la devastadora redacción de un destino próximo.
Que Tae volviese rápido.
Debía ver esto, ¡debía!
Ahora, esa era la significancia.
Esa era.
La señal.
—Jeon —susurró, como atraído por una fuerza de atracción, casi universal, aproximándose al menor y viendo el ceño fruncido de este último. Lo acopló. Siniestro, desamparado de amor. Inhalando frenéticamente, sintiendo las lágrimas arremolinarse en sus pómulos. Tomando, dejando. Acariciando el cuerpo ajeno, colándose en el espacio ajeno. Retribuyendo a la apariencia de Jungkook. A sus brazos, más grandes, más capaces de rodearlo. ¿Y su visualidad? Brillaba en devoción. Aterrizado por los mismos Dioses, por la poca frecuencia de sus tonalidades y por cómo todo esto se delineaba encima de su cara. Su maravilloso doble-párpado, su poco notoriedad de la adolescencia. La juventud que siempre marcaba y que ahora estaba a la recóndita extinción—, e-estás increíblemente grande y, D-dios, eres precioso, mocoso —regañó orgullosamente, acariciando la blanda piel del adverso y creando un camino de memorias en los cráteres embellecidos que se creaban en su rostro. Maquillaje.
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La resiliencia de mí amor -KooKv-(Ad.)
FanfictionAdaptación de @ew_dams Es realmente hermoso ✧◝(⁰▿⁰)◜✧ Jeon Jung Kook tiene doce años cuando conoce a Kim Taehyung, que a su vez cuenta con diecisiete. Las circunstancias en las que se relacionan no son favorables. Jeongguk se encuentra en la penit...