En el Olimpo

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Apolo bajo las grandes escaleras lo más rápido que pudo. Aun así, cuando llego a las puertas que daban entrada a la sala se quedo quieto, no podía permitir que lo vieran así, ni siquiera en estos momentos tan terribles para él.

Entro gallardo como siempre, con la cabeza en alto.

-Hades – saludo.

El dios de las tinieblas iba ataviado de una túnica negra, sobre esta un manto violeta. Llevaba su largo cabello negro atado en la nuca.

-Apolo. – saludo de vuelta, con esa fría y lenta voz que siempre había logrado desesperarlo.

Apolo se quedo de pie, esperando alguna frase que le indicara lo que Hades quería de él, la última vez que había estado en su templo había sido para llevarse a Melpómene por un tiempo indefinido, Apolo sentía tanta furia que pensó que podría prenderse en las llamas de su adorado astro.

-¿A qué has venido, Hades? – soltó al ver que este no hablaría primero.

-A hablar sobre tu musa.

-Melpómene...

Hades hizo una mueca de disgusto y la furia nublo su mirada.

-No, la otra musa. – soltó con rabia.

-Daria. - Apolo sentía sus manos temblar por lo que las coloco detrás de su espalda. – Mi padre... ha mandado apresarla... pero Hades... ella...

-Lo sé, morirá si no la sacas pronto de ahí.

Apolo tenso la mandíbula. Estaba preocupado y Hades lo veía, pero no lo exhibiría.

-Yo tampoco quiero que tu musa muera Apolo. Por eso he venido hoy, para hacer que Zeus se retracte y...ella pueda volver.

La mirada azul cielo de Apolo se clarifico.

-¿Cómo?

-No sé como...

-Quiero decir... ¿Por qué?

Hades cerro la boca. Como decirle que estaba ahí por Mel, porque no soportaba verla sufrir de la manera en la que lo había estado haciendo. Que ella era feliz en el inframundo y desde que la musa había llegado, Mel se la pasaba con el rostro triste y cansado.

-No me gustan las hadas. No pertenecen a mi reino. No la quiero ahí.

Apolo seguía sin comprender los motivos de Hades pero aun así asintió.

Iré a hablar con tu padre, pero necesito que vengas. Eres su favorito, no habrá nada que te niegue.

-No, no... ya lo intente. Esto no es por mí, es por Ares... ese... maldito imbécil. Le dije, se lo dije, le dije que la mataría... pero no escucho, como siempre... tan egoísta, tan...

-Bien, no estoy aquí para escuchar tus berrinches. Vamos con Zeus... tal vez los dos podamos hacerlo entrar en razón.




La entrada al templo de Zeus siempre lo dejaba sorprendido. Todo era tan... brillante. Tan limpio, tan claro, tan... puro, todo lo contrario a su hermano.

En cambio...

-Hera - Hades abrazo a la reina del Olimpo fuertemente. – Siempre es un placer verte.

Era todo lo su hermana si era.

-Lo mismo digo, hermano. Aunque no sea tan frecuente verte. ¿Qué te trae hoy al Olimpo?

Una musa para el dios del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora