La bruja entro en la habitación del rey tan elegante como siempre. Toda vestida de negro y con la cola de su vestido arrastrando tras ella.
Miro a la musa y levanto una ceja. Tomo su rostro con sus dedos con uñas tan largas como garras negras y la obligo a mirarla.
-Veamos querida... ¿que es lo que sucede contigo?
Inspecciono su mirada y se alejo.
-Esta suprimida. – soltó tan casual como si hablase del clima.
-¿Qué? ¿Qué es eso? – pregunto Hades preocupado.
-Ella... ha sufrido de un dolor muy profundo por lo que sus sentimientos se han suprimido.
-¿Un dolor? ¿Qué clase de dolor?
-Parece... - soltó la bruja de ojos de gato – un corazón roto.
-¿Corazón roto...? Pero... ella estaba bien... ayer estaba bien...
Hécate levanto una de sus picudas cejas negras.
-Hécate, no puedes hablarle a nadie de esto. – Ordeno Hades.
-Yo no diré nada. – la bruja levanto los brazos en señal de paz. Aunque sus ojos brillaban con malicia. – Los asuntos del rey... no me corresponden a mí... ¿o sí?
-Haz algo con Mel.
-No hay nada que yo pueda hacer... ella ha decidido encerrarse en sí misma. Solo ella puede salir.
-Pero...
-No Hades... ni siquiera yo puedo sanar un corazón roto. Puedo cambiar su corazón pero entonces ella ya no tendría sus sentimientos sino los del donante. – Soltó contando con sus dedos – Puedo borrar su memoria para que olvide que le han roto el corazón o puedo liberarla de los sentimientos... para siempre.
La bruja sonrió con malicia y pasó su dedo índice por su cuello dándole a entender a Hades la peor situación.
-¿Entonces qué hago?
Hécate se encogió de hombros.
-Bien... si no me ayudaras, largo de aquí. Y ni una palabra.
La bruja sonrió y salió de la habitación.
Hades volvió con la musa que se encontraba sentada en la cama, se arrodillo frente a ella y suplico:
-Mel... háblame, por favor... dime que sucedió.
Pero la musa continuo viendo a la nada sin mostrar ni un ápice de sentimientos.
Hades estaba ya desesperado cuando llego la noche. La musa no había dicho ni hecho nada durante el día entero.
La puerta fue aporreada de pronto.
Abrió para encontrarse con Thanatos.
-Hades... tenias razón, entro a la habitación de la reina.
Hades miro a Mel.
-Bien... si, vamos. – antes de irse dejo indicaciones a sus guardias de que no dejasen salir a la musa bajo ninguna circunstancia aunque a decir verdad, ni siquiera creía que ella se movería mientras él no estaba.
Hades y Thanatos llegaron hasta los aposentos de Perséfone de donde se escuchaban gritos de pasión.
Hades se tenso, listo para atrapar al hombre que se había estado infiltrando en su reino.
-¿Listo? –pregunto la muerte. Hades asintió.
Thanatos tiro abajo la puerta y entraron con rapidez a la habitación.
Lo que encontraron los dejo de piedra.
En la cama junto a su esposa... estaba... el mismo Hades.
Perséfone grito al ver a Hades frente a ella.
El Hades junto a la reina soltó una carcajada fría.
Thanatos se quedo de pie atento por si el falso Hades intentaba huir.
-De verdad que no tienes ni una pizca de vergüenza... hermano. –soltó Hades con tranquilidad.
El falso Hades sonrió aun con su rostro, se levanto desnudo y prosiguió a transformarse en su verdadero ser.
-¿Zeus? – soltó Perséfone.
-Hola Hermano. – sonrió Zeus.
Perséfone estaba horrorizada cubriendo su cuerpo desnudo con las sabanas.
-Te inmiscuyes en mi reino para acostarte con mi esposa... ¿creíste que no me daría cuenta?
-Oh, no... el esposo siempre termina por darse cuenta. Bueno... - Zeus miro a Perséfone y sonrió – fue bueno mientras duro.
Perséfone lloraba sin poder creer que el hombre con quien había estado pasando sus noches más tiernas, románticas y eróticas no fuese otro sino Zeus y no su esposo.
Hades y Thanatos saltaron para atraparlo pero un relámpago dividió la habitación y Zeus se esfumo.
-¡Maldición! ¡Maldito seas Zeus! – grito Hades.
-Eso quiere decir... que el hijo que espero... ¿es de Zeus?
Los hombres miraron a la mujer con pena, sin saber muy bien qué hacer.
-Llama a Hécate. – soltó Hades por segunda vez ese día.
ESTÁS LEYENDO
Una musa para el dios del inframundo
FantasyHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.