Mel despertó en la oscuridad. Tardo unos instantes en recordar donde estaba y como había terminado ahí.
Trato de levantarse pero sintió el abrazo posesivo de Hades sobre ella. Él se removió y la acerco más a su cuerpo desnudo.
La musa trato de alejarse despacio pero esto solo logro que Hades despertara.
-Mel... ¿Qué sucede? Aun falta mucho para que tengamos que levantarnos.
-No quiero... ya sabes... debería ir a mi habitación... si alguien me ve salir de aquí...
Hades suspiro, durante unos momentos no hubo más que silencio.
-Tienes razón... te llevare.
-Puedo ir sola.
-Puedes, pero iré contigo. – soltó comenzando a vestirse.
-Quiero estar sola. – el dios se detuvo y la miro. Estaban en penumbras pero Mel pudo ver el brillo en los ojos azules de Hades.
-¿Por qué?
-Solo... me apetece estar sola.
Hades tenso la mandíbula.
-Se que... no hemos tenido tiempo de hablar... podemos hacerlo ahora si quieres...
-No.
Mel se levanto y se puso su vestido lo más rápido que pudo.
-Mel.
-No quiero hablar de esto, ni de nada... solo... necesito pensar.
-¿En qué?
-¡En... esto Hades!
-Creo que realmente deberíamos hablarlo... Mel. – ella comenzó a caminar hacia la puerta pero Hades la detuvo del brazo. – Mel no te cierres conmigo. Cualquier cosa que pienses o sientas... puedes decírmela... no importa lo que sea.
Mel sintió un aguijón en el pecho. Toda su vida había guardado sus sentimientos, sus palabras y pensamientos por ser demasiado oscuros, demasiado lúgubres, demasiado depresivos.
-No se... ni yo misma se lo que siento ahora.
Sintió los brazos de Hades rodearla desde atrás.
-Lo lamento... sabes que lamento que esto sucediera de esta manera pero... justo ahora no hay nada que pueda hacer Mel, solo dame tiempo... dame tiempo para descubrir qué hacer con ella y...
¿Y? ¿Qué pasaría con ella? ¿Con ellos? Aun si Hades conseguía alejar a Perséfone... ¿Qué pasaría con ellos? No imaginaba una vida con él... simplemente porque... porque eso la haría... muy feliz. Y la felicidad jamás había sido compatible con ella.
-Déjame ir.
-No... - soltó Hades en su cuello.
-Déjame ir. – se retorció entre sus brazos.
-Mel por favor...
-¡Ya suéltame! – le dio un empujón y salió de la habitación.
Corrió fuera del templo hacia la fosforescente noche.
Tenía tantos sentimientos dentro de ella que no lograba diferenciarlos. Pero entre estos predominaba la ira. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía Hades a hacerla sentir de esa manera sabiendo... que jamás podría pertenecerle? ¿Y ahora quería tiempo? ¿Tiempo para qué? Eso solo haría que la estúpida esperanza se instalara en su pecho para después... destrozarla.
Se sentó en una enorme roca desde donde se podía ver el camino desde la entrada del inframundo hasta el templo de Hades, brillante gracias a los hongos que lo bordeaban. Le parecía extraño que las lágrimas aun no llegaran, esperaba estar hecho un rio a estas alturas pero lo único que podía sentir era ira.
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Una musa para el dios del inframundo
FantasíaHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.