Hades suspiro. La situación lo estaba cansando. Al principio la musa se ocultaba, pero a las pocas horas se había cansado y ahora era incluso descarada.
Llevaba el día entero siguiéndolo. El por qué, Hades lo ignoraba.
Se dio la vuelta y Mel casi choco contra él.
-Ay, avisa... - cerro la boca y levanto la mirada.
-¿Qué crees que haces? – soltó Hades con su voz de terciopelo pero armándose de toda su paciencia.
-Bueno... después de pensarlo mucho... entendí que... si quiero hacer que Perséfone lo ame... tengo que saber cuáles son sus puntos buenos.
-¿Puntos buenos?
-Sí, me refiero a... sus virtudes, algo que a ella pueda agradarle...
Hades suspiro.
-Mira, tengo mucho que hacer... no puedo perder el tiempo contigo.
-Prometo no molestar. Yo solo observare de lejos.
Hades levanto una ceja. La musa incluso llevaba un papel y una pluma. Suspiro de nuevo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar.
Durante unas horas la musa solo lo miraba unos pasos detrás de él, con el transcurso del día Mel se fue colocando cada vez más a la par de él. Para el atardecer murmuraba para sí misa mientras anotaba en su papel. Cuando al fin volvieron al templo, Mel ya no paraba de hablar.
-¿Y esa? – pregunto viendo una planta.
-No la toques, es venenosa. – soltó él como cada planta que ella había señalado durante el día.
-Oh, ¿qué tal aquella?
-También es venenosa. En realidad no toques nada... casi todo aquí te causara sinsabores.
-Mmmmm... ¿sin plantas eh? Ya veo por qué Perséfone esta tan triste, su madre es la diosa de las plantas ¿no? Tal vez un jardín...
-Ya hay un jardín aquí, Los campos Elíseos. – soltó Hades.
-Me refiero a uno... sin muertos.
Hades la miro con el rabillo del ojo.
-No se moleste, solo creo que un jardín para Perséfone sería lindo, uno que sea solo de ella... lleno de flores de colores y verde por doquier... oh y... bichitos de esos que brillan por la noche... y... ¡un columpio!
Mel no se había dado cuenta pero al decir todo esto, se había puesto delante de Hades. Sus palmas estaban en su pecho. Las retiro de inmediato.
El silencio incomodo duro unos segundos.
-Bien. Un jardín secreto para Perséfone. ¿Por qué no?
-¡Sí!
-Bien, encárgate. – la rodeo y continuo su camino.
-¿Qué? No, pero... yo no... ¡No!
-Eres la que hará que me ame ¿no? encárgate.
-Solo fue mi idea, ¡yo no sé cómo hacer eso!
-¡Averígualo! – soltó ya lejos de ella.
Volvió a su habitación con su lista toda arrugada en su puño:
Virtudes de Hades
1.- Es muy bello.
2.- Es el rey.
3.- Paciente.
4.- Responsable.
5.-Haría todo por ella.
Debería de comenzar una de sus defectos, número uno, es un tirano. Mira que mandarla de jardinera.
Como se atrevía, Melpómene, la musa del drama llena de tierra como una... ninfa...
Bien, lo que sea por salir de aquel lugar.
Aunque necesitaría ayuda.
Se dio un largo baño y luego se recostó en la mullida cama. El día no había sido nada malo. Por primera vez desde que había llegado al inframundo, exceptuando aquel día en el que Momo la llevo con sus hermanos, se había divertido.
Hades tenia cosas bastante geniales que hacer como rey. Como visitar a Aqueronte, en el rio de las almas, Mel se había agachado fascinada por las tristes almas de los mortales que por ahí flotaban. Hades le había hablado de ellas y del porque estaban ahí. Habían visitado a un guerrero en los campos Elíseos al que Hades necesitaba preguntarle algo por lo que Mel pudo tomar sol un rato. Habían ido a un laberinto que unos seres extraños cubiertos con túnicas estaban construyendo. Mel se paseo por ahí hasta que Hades la encontró, al parecer se había perdido, el lugar era engañoso.
Suspiro y abrazo su almohada. Sintió la sombra posarse sobre ella, pero ya era muy tarde...
Despertó y se desperezo como un gato, había descansado como nunca. Se sentía revitalizada y al despertar, la tristeza por ver un lugar desconocido ya no la invadía pues ya reconocía su habitación.
Por desgracia, la paz no le duro mucho.
Escucho el golpe de lo que pensó seria un florero. Antes de que los gritos comenzaran.
-Perséfone... - soltó comenzando a vestirse.
Salió de su habitación, le sorprendía lo normal que ya le resultaban los gritos y chillidos de la ninfa. Hasta le habían abierto el apetito.
-¡Te odio! ¡Te odio! ¡Jamás tendrás de mi más que odio!
El fuerte portazo dejo al dios fuera de la habitación de la reina.
Encontrarse con Hades fue incomodo.
El rey suspiro y la miro.
-Más vale que comiences ese jardín pronto. – soltó.
Mel parpadeo. Parecía una broma pero no estaba segura, mejor no arriesgarse a reír.
-Después del desayuno, señor.
Hades sonrió de lado y asintió con tristeza.
-Vamos entonces.
Hades hizo un ademan con su mano, indicándole que comenzara a caminar y Mel vio un corte en esta. Seguro por el jarrón que Perséfone le había lanzado.
Sintió pena por el dios. Cosa que a Hades no le paso desapercibida.
Desayunaron en silencio, como siempre. Aunque al principio estar cerca de Hades a Mel la ponía histérica, ahora solo la ponía nerviosa, el miedo se había ido desde que hicieron ese trato, al menos sabía que no la... lastimaría. Tenían un trato...
-Así que... espero que esa lista sea... más larga que cuando comenzó.
-¿Lista?
-Sobre mis... ¿virtudes?
¿La había visto? Mel sintió sus mejillas arder al recordar la primera virtud.
-Yo... si... aun... faltan muchísimas, estoy segura...
Hades rio, una carcajada aterciopelada.
-No las encontraras muy fácilmente. Hay que excavar profundo para encontrarlas.
-Bueno... practicare con el jardín.
De nuevo, Hades rio. Su carcajada contagio a Mel quien se sorprendió sonriendo, cosa extremadamente extraña en ella, al menos las sonrisas sinceras, las falsas... con el tiempo había aprendido a darlas, pero una sonrisa sincera, pocos seres la habían visto hacer.
-Yo... es mejor que vaya ahora. – se levanto de la mesa, dio una rápida reverencia y se fue casi corriendo al templo de Momo.
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Una musa para el dios del inframundo
FantasyHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.