Hades asentía a lo que Thanatos decía, aunque su mirada estaba lejos del dios de la muerte.
Estaba también lejos del lago en donde su esposa nadaba desnuda.
Estaba del otro lado de ese lago, donde Mel estaba recostada bajo el sol, sobre la hierba.
Mel charlaba con Filie, totalmente ignorante de la mirada de Hades sobre su cuerpo perfecto. Mel tenía una de sus piernas doblada y por la abertura que tenía su vestido, estaba totalmente desnuda. Una pierna. Tenía una pierna desnuda y el estaba deseando ir por ella y desnudarle el resto del cuerpo, apenas y podía contenerse a sí mismo.
Había pasado los últimos doce días, doce días, con sus noches muriendo en soledad. Recordando el momento que habían pasado en aquella celda, sintiéndose adolorido de tanto necesitarla.
Se había contenido cada día de ir por ella y regresarla con él. Donde pertenecía. De ir por ella, traerla por la fuerza y lanzarla a su cama para hacerla suya. Cada noche sin dormir, pensando en ella, en su piel, en su olor... había sido insoportable.
Apenas se había podido contener a sí mismo cuando fue por ella el segundo día, de besarla frente a todas sus hermanas. De tomarla en el templo de Apolo como un maldito animal.
Lo único que lo había frenado había sido la tristeza que había sentido cuando llego Perséfone con la carta entre sus manos. La carta que "él" había escrito para ella. Con frases hermosas que él no sentía por ella... ya no.
Ella lo había hecho. Melpómene había continuado tratando de hacer que Perséfone lo amara, aun cuando él...
-Hades... ¿estás escuchándome? – soltó Thanatos.
-Lo hago...
-¿Y por que el humo purpura?
Hades volvió en sí, se había enojado tanto que su humo había comenzado a emanar. Hacia tanto tiempo que no le sucedía esto, él había aprendido a guardar sus emociones perfectamente. Pero ahora...
-Parece que Perséfone está más... apegada a ti. – soltó la muerte. – Al final si funciono traer a la musa.
Hades volvió la vista a Perséfone, ella lo miro y sonrió. Levanto su mano y lo saludo.
-Supongo. – volvió su vista a Mel quien seguía recostada en la hierba. - ¿Como esta Hypnos?
-Mejor... la conmoción primaria ya paso.
-Mi hermana... puede ser duran pero... tiene buenas intenciones. Tal vez...
-No puedes forzar a nadie a casarse, eso es injusto. – soltó la muerte irritada.
Hades miro a Perséfone.
-Cierto.
-Lo siento... no me refería a ti...
-No importa.
Perséfone salió del agua, desnuda, sin una pisca de pudor, buscando su vestido.
Thanatos se dio la vuelta para no verla.
-Te veré después Hades... iré a alimentar a Cerbero.
Hades vio como la muerte se acercaba a las dos mujeres sobre la hierba y estas se levantaban para ir con él.
Dio un paso al frente para ir por Melpómene. No le gustaba que se fuera sin avisar y no estaba seguro de dejarla ir con Cerbero, el perro casi se la había comido la última vez que la vio.
Pero sintió los brazos de Perséfone sujetarlo.
-Tengo hambre... ¿qué comeremos hoy?
-Yo... - la miro un segundo, solo un segundo y cuando volvió su mirada al trió, ya no estaban. - ¡Demonios!
-¿Qué sucede?
-Nada... olvide decirle algo a Thanatos.
-Oh, se lo dices después. Quiero hablar contigo.
-Si... yo también necesito hablarte.
Llegaron al templo y se sentaron a la mesa, solo ellos dos.
-¿Y? Tú primero – soltó Perséfone risueña.
-Ah... -Hades tomo sus manos entre las de él – Perséfone... sabes que Hypnos está casado... Hera prácticamente lo obligo – ella asintió – eso me ha hecho pensar... que no puedes... yo no puedo... nadie puede... obligar a alguien a estar con... otra persona, nadie debería obligarte a casarte si no quieres... y yo lo hice... yo te obligue a venir aquí... contra tus deseos, yo... te amaba tanto que pensé que... pero... lo lamento Perséfone. De verdad lo lamento... lamento todo ese tiempo que te hice sufrir, todo el tiempo que te he privado de estar con tu madre... de tu libertad, de verdad lo siento.
Ella lo miraba con lagrimas en los ojos, él tomo aire.
-Perséfone, hoy te dejare libre.
Ella abrió mucho los ojos y aspiro aire con sorpresa.
-Eres libre de mi, de... este lugar. Te regresare con tu madre o... te entregare a Adonis... hare lo que quieras. Solo pido tu perdón y...
-Hades...
Perséfone se lanzo hacia él, dándole un apasionado beso.
La sorpresa lo invadió.
-Hades, eso es... - ella lloraba – eres el hombre más maravilloso.
-¿Qué?
-Yo... he estado aquí durante mucho tiempo y... tú has sido paciente y atento... me has dado todo lo que he pedido y has hecho que tus súbditos sean los míos. Me has esperado... tanto... y jamás te has quejado... y ahora... ahora... me das mi libertad...
-Si... si, eres libre de irte, ya no te retendré aquí...
-Hades, te elijo.
-¿Qué?
-Te elijo a ti. Me has demostrado más de mil veces tu amor. Y hoy... te elijo a ti. No encontrare a un hombre más perfecto para mí. Eres tan tierno, amable y respetuoso conmigo... hoy por ejemplo... ni siquiera me miraste en el lago... apartaste tu mirada para no hacerme sentir incomoda, y los regalos, y las cartas que me has escrito. Hades... me he enamorado de ti.
Melpómene veía como Thanatos jugaba con Cerbero como si fuese un cachorro inofensivo. Lo acariciaba y le rascaba la panza. El perro de tres cabezas obedecía a todo lo que él mandara y mientras dos de sus cabezas mordían su capa y halaban al dios, la otra se entretenía con Filie quien la rascaba.
Mel sonrió, no se acercaría pero le agradaba que el perro comenzara a reconocerla.
Vio el laberinto que habían estado construyendo los hombrecillos de Hades. Era enorme, y al fin estaba terminado.
Camino un poco preguntándose para que querrían un laberinto en el inframundo, de pronto algo dentro de ella quemo.
Soltó un grito de dolor y Filie y Thanatos corrieron hacia ella.
Mel cayó de rodillas sin poder respirar, su pecho ardía.
-Mel ¿Qué pasa? – pregunto Filie a su lado.
-Me quema... no lo... soporto – soltó abriendo su boca para recibir aire.
-¡Thanatos!
El dios parecía preocupado pero de a poco, la musa dejo de sufrir.
Mel se sentó en el suelo y los miro.
-No sé que fue eso...
-¿Has hecho algún... pacto... con algún dios? – pregunto la muerte.
Mel pensó, el único pacto que había hecho era el trato con Hades.
Miro a Thanatos.
-Está roto... tu promesa debe haberse cumplido.
Mel no se alegro. No pudo... Perséfone amaba a Hades y ella... ella debía irse.
ESTÁS LEYENDO
Una musa para el dios del inframundo
FantasíaHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.