En el jardín de las Hespérides

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Sin saber muy bien como, logro llegar al templo a donde la había llevado Momo, esperaba encontrar ayuda ahí.

Fue recibida por nada más que oscuridad. Una oscuridad tan profunda que la asfixiaba. Trato de encontrar la salida pero no logro saber siquiera por donde había entrado. Comenzó a entrar en pánico pero justo cuando pretendía gritar una mano la sostuvo del brazo, antes de darse cuenta la oscuridad se había ido y Filotes estaba junto a ella.

-Mel, ¡qué gusto verte! – soltó la chica con su enorme sonrisa.

-Filotes... ¿que... que fue eso?

-Dime Fil o Filie, y eso... era mi padre, acaba de llegar de arriba, él y madre estarán descansando el día entero hasta la cena.

-Como si no pasaran suficiente tiempo juntos llevando la noche. Y nos preguntamos por qué somos tantos – soltó Momo quien iba bajando una gran escalera.

-Momo – saludo Mel.

-Preciosa Mel – saludo Momo besando su mano.

-Chicos necesito su ayuda.

Mel les conto sobre el jardín que se suponía debía crear para Perséfone.

Momo y Filie la escucharon con atención, a Filie pareció entusiasmarle la idea pero Momo resoplo.

-¿De verdad trabajaremos para Perséfone? – pregunto en un tono monótono.

-No, trabajaremos para que Mel pueda regresar a su hogar con sus hermanas. – soltó Filie.

-¿Por qué? Podrías quedarte con nosotros Mel, no es tan malo aquí.

-No, pero mis hermanas... no puedo simplemente no volver.

Momo parecía ofendido por el hecho de que Mel se quisiera irse tan pronto y tan desesperadamente.

-Tal vez cuando pueda irme... también pueda hacer un trato con Hades para... ser bienvenida... y traer a mis hermanas alguna vez... o ustedes puedan ir con nosotras al monte Parnaso. Talía te extraña...

Momo resoplo y sacudió la cabeza. Era la primera vez que Mel lo veía sin una sonrisa sarcástica en el rostro.

-Bien, no digas que no soy tu amigo... te ayudaremos.

-¡Sí! – grito Filie.

-Si prometes venir a visitarnos cuando seas libre.

-Lo prometo. – Soltó Mel.

Así que, lo primero fue encontrar un buen lugar.

Momo conocía bastante bien los escondites secretos del inframundo por lo que no fue muy difícil. Había por ahí un lugar frio y árido oculto tras una gruesa pared de espinas. Mel se lastimo las manos creando una abertura lo bastante grande como para poder entrar. Era una especie de claro pero, sin vida, totalmente árido. Mel suspiro, tenía mucho trabajo por hacer.

Se dieron cuenta de que nada crecería sin luz por lo que Filie trajo a Éter, la chica era tan luminosa que parecía hecha de oro, Mel entrecerró los ojos cuando la tuvo enfrente. Era luminosa y hermosa, toda ella era de un dorado pálido precioso.

-¿Qué necesitan?- pregunto apurada.

-Algo de luz... para que crezcan las plantas, necesitamos hacer un jardín. – dijo Momo quien estaba de brazos cruzados en un rincón.

Éter asintió y comenzó a caminar por el lugar, el "claro" de pronto se ilumino tenuemente, después brillo más y más. Éter llevaba su luz a cada rincón de aquel lugar y lo hacía sentir cálido y reconfortante.

Una musa para el dios del inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora