Mel asistió al desayuno de esa mañana solo para acompañar a Pasítea pero hubiera deseado quedarse en su habitación el resto del día, de la semana, de la vida.
Estaba furiosa con Hades. Él no había respetado su trato, la había atado al inframundo de nuevo y pretendía que se quedara a ver como Perséfone le sonreía y lo acariciaba delante de todo el mundo.
Los desayunos, comidas y cenas en el inframundo habrían de recordar a una corte inglesa a los mortales. Todos los miembros de "la corte" de Hades estaban ahí. Era una mesa enorme, Hades se sentaba a la cabecera y había tanta comida que siempre quedaba demasiada aun cuando ya todos estaban satisfechos. Thanatos siempre tomaba un enorme pavo o jamón sobrante para llevárselo a Cerbero. Las charlas y risas jamás faltaban y todo era simplemente... delicioso, incluida la música y el ambiente.
Esta vez Mel no podía disfrutar nada de eso. Sentía la mirada de Hades sobre ella todo el tiempo y cuando volteaba a verlo, Perséfone siempre estaba diciéndole algo muy cerca del oído, o tocando su brazo o su mano.
Decidió declinar el postre y marcharse cuanto antes al ver que Pasítea charlaba tranquilamente con Filie.
Se despidió alegando un dolor de cabeza y salió de ahí.
Estaba a punto de llegar a su habitación cuando fue detenida.
-Melpómene... ¿podemos hablar?
Mel se dio la vuelta para ver a la reina.
-Perséfone, claro. – se obligo a darle una especie de sonrisa.
-He querido hablarte desde hace algunos días... yo... quería agradecerte.
-¿Agradecerme?
-Así es – la sonrisa de Perséfone parecía sincera y Mel sintió nauseas. – Yo... se que has ayudado a mi esposo con... con todo eso de... las cartas, las sorpresas, los regalos... se podría decir que gracias a ti me conquisto.
Perséfone soltó una risilla cantarina que taladro los oídos de Mel.
La musa trago la bilis que le había subido por la garganta y sonrió también.
-No... no he sido yo... ha sido él... solo él...
-Claro que no... y agradezco tanto... tus poemas... - rio de nuevo – conozco a mi esposo, es incapaz de componer aunque sea una rima. Pero... lo intenta y... eso es lo que cuenta ¿no?
-Claro.
-Aunque claro... que no han sido solo los poemas y los regalos... ha sido como tú dices, él mismo... Hades puede ser adorable cuando quiere. Sé que no lo parece pero es un romántico. Es dulce y paciente, cariñoso y no debería decirlo pero hace el amor como un maniático – Perséfone cubrió su boca cuando soltó una carcajada. – Por Gea las cosas que digo... lo lamento Melpómene... es que... como veras... estoy muy enamorada. Soy feliz. Y esa felicidad es en parte gracias a ti.
Mel sintió como Perséfone la abrazaba, cerro sus ojos con las palabras de la reina aun taladrando su cerebro.
-Debo regresar... te veré después. – soltó Perséfone aun con su enorme sonrisa para darse la vuelta y regresar al comedor.
Si antes había mentido sobre el dolor de cabeza ahora no era nada más que la verdad. Sentía que la cabeza le iba a explotar.
Se encerró en su habitación hasta que por la tarde Filie y Pasítea fueron a buscarla.
-¿Sigues mal? ¿Deberíamos llamar a alguien? – pregunto Filie.
-Estaré bien... solo... me duele...
-Te hare una infusión de hiervas calmantes... ya vuelvo – soltó Pasítea. La chica era tan tierna y adorable que competía incluso contra Filie.
-Pobre Mel... ¿algo te haría mal? – Pregunto Filie acariciando su frente.
Mel abrazo la almohada con fuerza y asintió.
-Tranquila... tranquila... estamos aquí para ti.
Para desgracia de Melpómene, ni Filie ni Pasítea podrían adormecer su dolor.
Logro evitar a Hades aquel día pero al siguiente fue imposible, a pesar de que también rehusó el postre y se fue a su habitación alegando que aun no se sentía del todo bien.
-Mel – la detuvo en el pasillo.
-¡Déjame!
-No, Mel – la sujeto del brazo, Mel pensó que se le estaba haciendo costumbre y lo empujo.
-Aléjate de mí. – soltó en un susurro furioso.
-Mel... se que... estas molesta por... encerrarte aquí de nuevo pero... no puedo permitir que te vayas compréndeme...
Hades la tomo de nuevo del brazo y sintió como la tierra se la tragaba.
Aparecieron en la habitación de Hades.
-¡No! – soltó Mel caminando hacia la puerta.
-Espera... - la abrazo de la cintura – espera, solo quiero hablar... solo hablar. Mel... me han dicho que te has sentido enferma... ¿Qué sucede?
-Nada... solo quiero estar sola. Déjame en paz y vuelve a la cama de Perséfone. – soltó empujándolo con todas sus fuerzas.
-¿Qué? ¿De qué hablas? - Respondió el dios pareciendo realmente desconcertado. Mel pensó que sería un gran actor.
-Ella... me lo ha contado todo Hades. Eres un infeliz y un bastardo... y... te odio... - grito tratando de que la soltara para correr a la puerta.
En cambio Hades la levanto la lanzo sobre la cama. Se coloco encima de ella tomando sus muñecas para inmovilizarla.
-Déjame maldito.
-No sé de lo que estás hablando... ¿Quién te dijo...?
-¡Perséfone! Tu amada esposa. Vino a contarme el grandioso amante que eres y cuan salvaje eres en la cama y como la adoras y la consientes y...
-No... no... Mel... no es verdad y lo sabes...
-Yo no lo sé... mi me importa... ahora déjame ir. – grito forcejeando.
-No... Mel... yo no he estado con Perséfone jamás porque... al principio quise darle su espacio y después... después llegaste tú Mel.
-No te creo. – siseo.
-Debes hacerlo porque es la verdad.
-¡Suéltame!
Hades soltó sus muñecas pero no se aparto. La miro con sus profundos ojos azules implorando y Mel casi, casi le creyó.
-¿Por qué mentiría? – pregunto al fin.
-No lo sé... pero te juro que no es verdad.
Mel miro al techo aun con el ceño fruncido mientras Hades la miraba a ella. Trataba de descubrir quien decía la verdad y quien mentía pero tanto Hades como Perséfone parecían sinceros.
Hades comenzó a depositar cortos besos en su mandíbula y cuello, para después bajar hacia su escote.
-Basta.
-No puedo... no puedo tenerse tan cerca sin besarte. Mel te necesito tanto.
Continuó su camino de besos desde el escote hasta su boca. Cuando Mel por fin se dio por vencida sintió las manos de Hades comenzar a desnudarla.
-Me arrepentiré de esto – susurro.
-Claro que no...
-Hades...
Pero no logro decir más porque el dios la besó con fervor, penetrando su boca con la lengua, haciendo que su mente se nublara. Olvido todo, incluso que estaba furiosa con él. Las manos de Hades se deshicieron de su vestido y de la túnica negra de él y una vez más, se amaron...
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Una musa para el dios del inframundo
FantasiaHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.