Un día más. Mel suspiro, ya estaba a la mitad, ya solo este día, dos más y regresaría con Apolo... a su hogar, con sus hermanas.
Esperaba que hoy Hermes la visitara, su estomago dolía por el hambre. Se detuvo a pensar que jamás había pasado hambre... tampoco había estado en la oscuridad durante tanto tiempo... bueno, no literalmente, su vida estaba hundida en la oscuridad constante, con cada ataque de ansiedad, con cada pensamiento negativo...
Encontró una puerta que no había visto la noche anterior ya que se había ido directamente a la cama en cuando Hades la trajera a la habitación, con la esperanza de así olvidarse del hambre que la atormentaba. Abrió la puerta que resulto ser un baño. La tina era de cobre y estaba llena de agua, se acerco y la toco con la punta de sus dedos encontrándola tibia, lo que le pareció extraño ya que no había escuchado ningún sirviente entrar...en realidad no había visto ningún sirviente en el inframundo desde que habría llegado. Tal vez las sirvientas eran ninfas y Perséfone al ser una también las habría... liberado sintiéndose mal por sus "hermanas"
Con su cabeza revuelta se desnudo y entro en esta, se relajo por primera vez desde que llego al inframundo. De no ser por el dolor de estomago, este momento hubiese sido... casi perfecto.
El agua olía fresca, como a menta... se hundió más para que su cabello se llenara también de esa fragancia.
No supo cuanto tiempo duro en la tina, pero el agua jamás dejo de sentirse tibia contra su piel. Cuando estaba por quedarse dormida ahí mismo, escucho que la puerta de la habitación se abría, y pasos entrando, pasos de más de una persona.
Rodó los ojos, tal vez era la ninfa...
Salió del agua pensando que no estaba de humor para escuchar a Persefone ahora, el solo pensar en tener que seguir órdenes de una ninfa... ¡una ninfa! Siendo ella Melpomene, una de las nueve diosas de las artes. Esto era simplemente humillante.
Tomo aire y se obligo a relajarse, esto era una favor para Apolo, quien ya tenía mucho de qué preocuparse de por sí, con tantas tareas que no le dejaban tiempo de nada, además ahora, ese bárbaro de Ares había raptado a la pequeña musa Daria, Mel volvió a suspirar, los pensamientos negativos volvieron a ella como un torrente.
No, no le daría mas problemas a su patrón, con suerte, Daria estaría en el templo cuando ella regresara, las dos sanas y salvas y Apolo haría una gran cena para celebrar su regreso, y habría tantos manjares como pudieran comer y habría sol... y risas y...
Se detuvo un momento y sonrió, jamás se había sido tan optimista. Supuso que era este lugar, era tan deprimente que ya no cavia mas negatividad... claro que los lúgubres pensamientos seguían dentro de su cabeza... pero sabía que si se dejaba guiar por ellos muy seguramente la llevarían hasta el rio de Aqueronte en donde la sumergieran para jamás volver a ver la luz de Apolo.
Se estremeció y se apresuro a vestirse, se puso el mismo vestido blanco con el que había llegado y salió del baño.
Esperaba ver a Persefone rabiosa por no estar ahí cuando despertó, gritando y escupiendo contra todo y todos pero lo que vio fueron dos pares de ojos azules, aunque muy diferentes unos de otros.
Los ojos e Hades, eran más bien azul oscuro, como una gema... eran brillantes y al mismo tiempo, apagados, los de Hermes en cambio eran de un azul más claro y estaban impregnados de alegría, Melpomene adoraba los ojos de Hermes porque veía en ellos lo que los suyos jamás tendrían.
-Hermes... - soltó al ver que llevaba una bolsa. Esperaba que fuese comida, por favor, y ¿era demasiado pedir un poco de vino?
El dios alado le sonrió, con esa sonrisa tan fresca y común en él, y le extendió la bolsa.
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Una musa para el dios del inframundo
FantasíaHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.