La ninfa abrió muchos los ojos cuando vio a su esposo junto a la musa de pie frente a ellos.
-Lo has hecho. La has traído. – soltó mas para ella misma que para Hades.
-Así es – afirmo el dios orgulloso – te he dicho ya que tus deseos, son mis órdenes.
La ninfa hizo una mueca.
-Entonces te ordeno regresarme con mi madre.
Tristeza cruzo en la mirada del dios. Melpómene no la vio, pero pudo sentirla.
-Bien, déjanos. - Soltó Persefone antes de que Hades pudiera responder.
Melpómene no tenía idea que las ninfas fueran artistas. Bueno, claro, eran algo así como las artistas de la naturaleza, la danza y el canto estaban en su ser como en ella el drama. Pero exactamente por eso se sentía confusa, ella era una musa de letras, no creía ir acorde con la ninfa.
La ninfa no dijo nada cuando estuvieron solas, se limito a acomodarse en su sitio de nuevo.
Melpómene después de un tiempo de pie sin saber que hacer se aventuro a hablar con la reina del inframundo.
-Ammm, ¿deseas que comencemos?
-En realidad no estoy de humor ahora. – soltó la ninfa.
La musa trato de no perder la compostura.
-Para eso me has llamado, para que te inspire. Tengo cosas que hacer en el templo de Apolo, mortales que inspirar, no he venido a perder mi tiempo.
-Mucho cuidado con tu tono. Soy la reina de este maldito lugar. – soltó la ninfa airada.
Mel se puso roja de ira. Ella, era una de las nueve, ¡de las nueve! No era cualquier sirvienta o esclava, ella era una de las musas de Apolo, el astro rey.
Pero, la ninfa tenía razón, estaría ahí cinco días, y no quería pasarlos en un calabozo o peor aún, el tártaro. Por más que lo deseara, abofetear a la reina del inframundo no parecía buena idea. Así que sumisa, se disculpo:
-Como usted desee majestad. ¿Qué desea que haga mientras espero a que... su tiempo sea más conveniente?
-No lo sé, no hay mucho que hacer en este agujero. Ve por ahí a caminar. Aunque te advierto. Este lugar es lúgubre y ruin.
Mel sonrió de lado al salir de la habitación de la reina. Lúgubre y ruin. Dos de sus palabras favoritas.
......
La ninfa tenía razón. Ese lugar era escalofriante y devastador. No había mucho más que oscuridad por doquier y mucha desesperanza. Los gritos de las almas hacían eco alrededor y la piel se ponía de gallina al poner un poco de atención. Al darse cuenta de que las paredes del castillo estaban decoradas con cráneos Mel se abrazo a si misma mara evitar tocarlas. Por lo que caminaba por ahí con repulsión y asco.
Podía entender que la ninfa estuviera molesta. En la última reunión de Apolo, Mel había escuchado sobre esto. Hades había raptado a la ninfa y su madre la había reclamado, pero Perséfone había comido algunas granadas y se le obligaba a permanecer junto a Hades durante algunos meses al año. La ninfa solo quería regresar a casa. Con su madre, a su vida. Y gracias al capricho de un dios, ahora estaba atrapada.
Mel recordó a Daria, su amiga musa, habían inspirado juntas varias veces, tenía un talento increíble: la vagancia y la desobediencia. Era mitad hada y jamás podía estarce quieta. Solía decir que el encarcelamiento la mataría. Mel pensó que era algo de los fae eso de la libertad. Estar anclados a un lugar los mataba de a poco. Perséfone le recordaba a Daria en algo, ellas lucharían hasta su último aliento por su libertad y no serian felices hasta obtenerla.
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Una musa para el dios del inframundo
FantasíaHades haría cualquier cosa con tal de ver feliz a Perséfone, incluso pedir "prestada" a Apolo una de sus musas. Pero más que felicidad Melpomene llevara al inframundo toda su desdicha, algo que Hades encontrará... gratificante.